Se me ocurre haer una búsqueda en Twitter por mensajes que han sido dirigidos a mí (@elenac) y descubro que la gran mayoría no los había visto. Me veo a mí misma como esos conductores del autobús que no te devuelven el saludo, por poner un ejemplo no conflictivo que no me acarree una denuncia.
(El otro día, tras una conversación telefónica con Josefa, soñé que alguien revisaba mi pasado y encontraba que había decenas de cosas dignas de ser denunciadas con objeto de meter mis huesos en la cárcel). (Dos semanas atrás también soñé que existían dominios .verdad y yo registraba -con gran rapidez y maestría- www.mentira.verdad; y eso sí que no tengo ni idea de qué significa).
Supongo que es un poco tarde para contestar esos tuiteos, que vendría a ser un gesto tan tonto como el de mi conductor del autobús contestándome a los buenos días tres paradas después, o peor, con Elena otra vez enfadada y aterida de frío caminando por la acera rumbo al trabajo mientras el autobusero sigue culebreando, calentito, por la Gran Vía. (Sin rencor).
Pero ya puestos a no contestarlo, sí me animo a rescatar uno del 20 de noviembre que dice:
Oiga, Sr Washing (también llamado José Huerga), que soy una pesimista hipocondríaca ultra alterable y sumamente sensible a los ataques ajenos, ¡a mí no se me puede decir eso!
Desgraciadamente, a washing no le falta razón, 2009 ha empezado con hospitales (para mí y para los míos), dentista, accidentes de coche, mi coche en el taller (y no por culpa del accidente, sino sencillamente porque es 2009) y un despido colectivo que manda al paro a más de 40 personas (yo una) y deja a cientos de personas sin un medio de comunicación, lo cual es aún peor y más insano. Será más fácil encontrar otro trabajo, será mucho más difícil tener otro periódico que leer.
No obstante, estoy de un buen humor aplastante. Ayer vi la exposición de Alberto García-Alix en el Reina Sofía (¿cómo pueden seguir siendo tan cutres en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo?) que tiene un vídeo que es mejor que toda la exposición junta (y del que sorprendentemente no había oído comentar nada) y, pese a su fatalismo, me ha gustado muchísimo y me ha lanzado hacia terrenos de la acción, que es lo que más necesito en estos momentos. A pesar de tener que ir a abrirle mi boca al dentista dentro de una hora y media, estoy escuchando el nuevo disco de Combichrist –Today we are all demons– que hace flipar a Milord y me dan ganas de untarme la cara de brea y bailar sobre la tumba de ADN.es.