En las tierras del interior, el sinónimo más perfecto de la palabra verano es piscina. Es posible que la pregunta «¿cuándo abren las piscinas?» sea una de las búsquedas más populares de internet en el mes de junio, incluso quizás en el de mayo. Yo, como oficina dispensadora de información que soy, es una de las que más me hacen. A la gente le gusta preguntarme cosas y, a mí, responderlas. A veces, no sé ni lo que digo. Hace años, vagando de noche por Malasaña con unos amigos, un coche se detuvo a nuestro lado y nos preguntó cómo se iba a Badajoz. Nos miramos y uno de mis colegas se acercó y, con ademanes resueltos, más propios de los adultos que no éramos del todo entonces, apoyó las muñecas sobre el filo del cristal de la ventanilla del copiloto y comenzó a dar indicaciones. El conductor se alejó dando las gracias con la mano. Le preguntamos a nuestro amigo cómo es que él sabía ir desde allí a Badajoz. «No, si yo no sé ir —contestó muy serio— pero la gente necesita respuestas». Esta actitud me ha guiado toda mi vida pero no la recomiendo en absoluto.
Esto es solo el principio. Sigue leyendo haciendo clic en este enlace. Este artículo pertenece a la serie El verano del coronavirus, publicada en eldiario.es
Todas las ilustraciones de la serie han sido realizadas por Isa Ibaibarriaga.
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