10. Preparada para el chasco

En el verano del coronavirus hay que estar preparados para lo imprevisible. Que nada te pille por sorpresa. Recuerdo, en los todopoderosos veranos de mi infancia, a mi tía abriendo La Voz de Galicia por la página de esquelas y, preparándose para leer, ajustando el papel a la anchura de sus brazos y la distancia a su capacidad de enfoque, decir en voz alta: «Quen morreu hoxe?». Pasaba las tres o cuatro páginas de muertos con indiferencia y elegancia, hasta que aparecía un nombre que le llamaba la atención, si es que era el caso. Entonces le daba un codazo a su marido y le anunciaba que fulanito morreu. A partir de ahí se desencadenaba una serie de explicaciones sobre quién era la persona, cuál había sido su relación con ella y cualquier otro detalle que conociera sobre su vida. Sin tragedias, solo a modo de información. Después continuaba leyendo por si hubiera alguno más y, ya si acaso, echaba una ojeada al resto de páginas del periódico. Y si acaso había que ir al funeral, se iba.

Todo esto lo cuento, además de por el placer de hacerlo, por la envidiable actitud de mi tía ante los acontecimientos inesperados -ya lo he dicho: indiferente y elegante-, sin aspavientos ni protestas airadas. Lo que viene, viene. Esta actitud yo no sé si es una cosa de ella o gallega en general, aunque también la he visto en muchos habitantes insulares. Veo claro que ante el coronavirus hay dos actitudes: la de mi tía y la de todos los demás. Yo soy de la de los otros, pues nada deja de sorprenderme. Por eso, cuando el pasado viernes por la noche llegué al lugar en el que se celebraba el concierto de Triángulo de Amor Bizarro y vi que allí no había nada ni nadie, pensé que me había equivocado de sitio, de día o de hora, en lugar de contemplar la posibilidad de que los rebrotes lo hubieran cancelado.

El concierto se iba a celebrar con aforo reducido y entradas gratuitas repartidas con anterioridad, sillas separadas y al aire libre en la plaza principal de A Coruña, como parte de una encogida versión de sus fiestas grandes. El ayuntamiento decidió cancelarlo al mediodía pero yo no me enteré, pues me pilló durmiendo la siesta, la cual enlacé con un cine y luego solo miré el móvil para saber la hora. Lo típico de un viernes de verano. Cuando llegué allí, me tuvo que informar el vigilante de que la ciudad pasaba a un estadio similar a la fase 2 de la desescalada. Este retroceso no lo vi venir y me está costando asimilarlo.

Esto es solo el principio. Sigue leyendo haciendo clic en este enlace. Este artículo pertenece a la serie El verano del coronavirus, publicada en eldiario.es
Todas las ilustraciones de la serie han sido realizadas por Isa Ibaibarriaga.
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