María Núñez está haciendo un TFG muy interesante sobre periodismo, del cual creo que no debería, o no me corresponde, contar gran cosa; aunque me gustaría. Me pidió que le contestara unas preguntas sobre los estudios de periodismo, cosa que hice ayer con mucha ilusión. No solo es un tema sobre el que (¡ya iba siendo hora!) tengo opiniones bastante solidas (u opiniones, que ya es algo) sino porque, en verdad, me encanta que me entrevisten. Es, le dije María, como cuando un fisioterapeuta recibe al fin un masaje.
Las preguntas de María me llevaron a 1993 y 94, sobre todo cuando rebobiné en mi memoria para acordarme del primer día de facultad. Hoy he abierto una caja de cuadernos, buscando algo que no he encontrado, y he visto una pequeña agenda del año 1994. Es una máquina del tiempo. Leyendo las citas puedo reconstruir cómo era mi vida entonces.
Comienza el curso tras las vacaciones de Navidad sin clases de Pensamiento Político (madrugo menos). El domingo 12 se graba en Telemadrid el programa «¿Y tú de qué vas?» en el que participo (pero no hablo) y, la verdad, es que no recuerdo de qué iba yo, qué tribu urbana representaba. Sí recuerdo que fui con amigos. Y que hubo uno mítico con gente madrileña de la escena gótica. Al día siguiente tengo que asistir a una reunión de la Plataforma en Defensa de la Radiotelevisión Pública (de la cual ya he hablado por aquí o por Twitter). Soy representante de alumnos que estudian Periodismo. Voy junto al profesor José Luis Piñuel Raigada, que me da Teoría de la Comunicación (hay examen el 20 de enero). La reunión tiene lugar en la calle Monte Esquinza a las 18:30. Forman parte de la la plataforma Forges, Teresa Aranguren, José Manuel Martín Medem y algunas personas más que no recuerdo.
El martes voy al Ateneo a una conferencia sobre los planes de estudio en la Universidad. No sabía lo importante que sería este tema para mi futuro (el cambio de planes haría saltar por los aires mi carrera universitaria tres años después; es curioso que ya se anticipa aquí, en mi primer año de facultad). También asisto, o al menos lo tengo previsto, a una reunión de la comisión de mujeres en la asociación Información y Libertad, en mi facultad. El sábado de esa ajetreada semana tengo, como habitualmente, asamblea en Radio Carcoma a las siete de la tarde. El domingo aparece apuntado un programa de Carcoma al que debía ir (Sunday Blues) y el nombre de Martín Medem.
A la semana siguiente se repiten anotaciones en relación a la Plataforma (en esta ocasión la reunión será en Prado del Rey) y a recordatorios que he de hacerle al profesor Piñuel. Hay muchos eventos en el Ateneo (me pasaba allí media vida), alguna película en la Filmoteca, el inicio de las clases de guitarra clásica los viernes a las cinco de la tarde y algo importante: una cita con Fernando Márquez El Zurdo para llevarle a mi programa de radio el martes 18 de enero por la tarde. A comienzo de curso encontré unos carteles rojos pegados en la facultad que anunciaban un fanzine llamado El corazón del bosque. Había un apartado de correos. Escribí. El resto está contado en otro sitio y no quiero volver a ello.
Encuentros en la cafetería de la facultad, casi siempre para temas de mi programa de radio, pelis en la filmo, una huelga general el 27 de enero contra la reforma laboral que supongo que cubriríamos en la radio, visitas al ginecólogo (tengo 18 años), guitarra (1.400 pesetas al mes), Plataforma, asambleas y comisiones, exámenes (parcial de Historia, 19 de febrero, aula 532), citas en la parroquia, conciertos los sábados en la Fundación March (de aquella me gustaba hacer cosas un poco pedantes y que resonaran a antiguas, donde hubiera señoras y nadie me conociera, como en la Fundación March, en la Residencia de Estudiantes o en el Ateneo de Madrid).
Visitas reseñables: el 23 de febrero, a las 11 de la mañana, vino Juan Luis Cebrián a la facultad. Supongo que lo recibimos con alfombra de terciopelo y aclamación en los pasillos. Lo que sí recuerdo bien (o mejor) fue que Lolo Rico vino a la clase de Teoría de la Comunicación el viernes 15 de abril. Una semana después volvería a verla en el Ateneo.
Como muchos otros cuadernos en mi vida, las anotaciones pierden fuelle según avanza el año, pero más o menos todo discurre parecido, creo recordar: exámenes que saco con notas mediocres, me voy recuperando del abandono que me ha hecho mi novio y lo hago volcándome en la radio, en las asambleas de todo tipo, en las lecturas, los periódicos y las tardes en el Ateneo. Descubro la escena musical emergente de pop independiente y me sumerjo en ella entusiasmada. No hago amigos en la facultad pero sí fuera de ella: en los fanzines, en los conciertos, en la noche. Voy al Maravillas. Me meto en una relación muy rara de la que salgo atropelladamente. Conozco a un chico fascinante que vive lejos. Todo el mundo me presta discos y escucho música a todas horas. No me extraña que no estudiara nada.