Desde Paredes de Coura

Ya tengo frío. No entiendo este clima. Hace muchísimo frío por la noche y demasiado calor por el día. Aún no ha anochecido y ya estoy congelada, agarrándome a mi única chaqueta en esta pequenia carpa Internet sorprendentemente vacía. Están tocando Gómez, que no me interesan y no sé si es por eso o porque sencillamente quién desea conectarse a Internet en medio de este hermoso enclave montanioso cuando puede estar viendo conciertos, bebiendo la cerveza verde o haciendo amigos? Yo, por supuesto, sí. Esto es como leer en la playa, disfrutas de lo mejor de dos mundos: el sea, sex and sun y el mundo paralelo de las páginas que narran. Pues aquí es lo mismo, estoy escribiendo mientras miro a Gómez de reojo y, más allá, un tupido bosque que se alza, con ímpetu. Es cierto lo que decían del sitio, es precioso, a pesar de que yo lo había imaginado más. Miro hacia arriba, por detrás del escenario y veo una casa moderna solitaria, en medio de los árboles. Me quedo embobada mirándola. Qué sentirá el que viva allí. He querido postear en flickr desd el móvil pero no funciona y no sé porqué. Así que no puedo mostrar qué es exactamente a lo que me refiero cuando hablo de «enclave», tendrías que verlo.

White Rose Movement en Paredes de Coura

Gómez dice que va a hacer una última canción y darnos «some fucking action»… si fuera verdad… El caso es que, a pesar del rollo enclave, no estoy a gusto aquí. Cuando llegamos con el coche tuvimos que enfrentarnos por primera vez al caos desinformativo de voluntarios y seguridad, a la mala senialización (ni siquiera está advertido, desde la carretera, cuál es la entrada al recinto y te ves presa, en varias ocasiones, de los sagaces vecinos montando negocio con zonas de acampada y parking privadas; no sabes qué es oficial y qué no) y a la sensación de que eres la única persona en tu mismo caso, por que si no comprendas que te tengan que dar soluciones individuales para problemas comunes (dónde recogo la acreditación?). Cuando al fin recibí la pulsera como coronación al proceso de acreditación, encontré un lugar donde dejar la cucaracha y Javi Weas y yo cargamos, no sin dificultad, los bultos -muchos y pesados- a la zona de acampada, llegó el momento de encontrar sitio -no fue muy difícil, lo mejor ya estaba cogido- y montar la tienda a oscuras… Vale, había farola, hecho que ayudó a percartarme, casi al instante, del lamentable estado de la tienda de campania. La humedad con la que seguramente fue guardada después del Doctor Music del ??98?? provocó agujeros, manchas negras y… bueno, está en un estado lamentable, no se puede usar. Aún así me empenié en montarla, en medio de un ataque de risa que luego se convirtió en un ataque de pena porque, tsk, yo quería mi tienda. La dejaré aquí, no volverá a Madrid.

La tienda de campaña de los Munsters
Espero que Morrissey pueda con todo. Con la anioranza, la incomodidad, el frío y la sensación de desapego.