El demonio está en los detalles (La muerte de YouTube)

La semana pasada hemos asistido -predicción apocalípitica- al principio del fin de YouTube. Los 1.200 millones de dólares que ha costado la operación de compra por Google no vienen solos, llegan acompañados de la necesidad de apaciguar a la industria discográfica y el clima de «pongámonos serios». Coincidiendo con los acuerdos para Google Video y YouTube con Warner, Universal y Sony-BMG (sólo queda EMI-Virgin para estar a buenas con todas las majors) los responsables de las páginas de vídeo han anunciado que no permitirán los contenidos que infrinjan copyright, sustituyendo los videoclips colgados por los usuarios por versiones oficiales con publicidad (y luego, revenue share entre la web y la compañía discográfica). Pero un poco después hemos sabido que no será YouTube el que borre y sustituya todo video sobre el que decida que se hace un uso no remunerado de material sujeto a derechos de autor, sino que este trabajo lo harán las compañías. Esto es nuevo. YouTube desarrolla un software que permitirá identificar las obras del repertorio de las discografías con las que llega a un acuerdo mediante marcas sonoras. Una vez detectada una obra será discográfica quién decidirá si la borra, la sustituye o la deja. Es decir, la actitud del sitio fundado por Chad Harley y Steve Chen es de «yo no me pringo pero te dejo que me metas mano». Y los tocamientos comenzarán antes de fin de año. Cito el linkado artículo de El País de más arriba: «YouTube no ha proporcionado muchos detalles sobre esta tecnología, pero su objetivo es que entre en funcionamiento antes de fin de año. Josh Bernoff, de Forrester Research, piensa que «es imposible que sea completamente efectiva» pues «el demonio está en los detalles». (Me encantó esta frase). Y añade el reportaje: «Un vídeo casero en el que suene de fondo una canción registrada podría ser identificado como una violación de los derechos de autor, y las grabaciones de conciertos realizadas por los internautas podrían ser retiradas como una precaución ante la duda de a quién pertenecen los derechos. «Vamos a ver muchas cosas así, va a ser la persecución constante del gato y el ratón», afirma Michael McGuire, analista tecnológico de Garner». No hay más que ver cómo se ha comportado la Red en casos similares (Napster es el gran paradigma), dejaremos morir YouTube y nos iremos a compartir nuestros vídeos a otro sitio, donde no se corra el riesgo de ser escaneado, borrado, sustituido por esos grandes holdings a los que nada debemos. Hay muchos desarrolladores informáticos con ideas brillantes, los próximos Chad y Steve pueden estar trabajando ya en ello desde cualquier rincón del mundo.