Aquellos perros que no podían separarse tras haber copulado

Madre mía, Askildsen. Natalia me había advertido que era muy bueno así que me preparé para algo bueno y en cambio recibí algo aniquilador. Terminator, pero en nórdico. Esos hombres de buen tino que son los editores de Lengua de Trapo lo resumen imitando la parquedad de palabras propias de Askildsen: «relaciones enigmáticas condenadas al fracaso».

Cuando los personajes de Askildsen van a los fiordos, beben vino por la tarde, izan banderas en cabañas del bosque, duermen en casas con buhardillas y limpian sus huertos dices, ajá, son nórdicos, estas cosas les pasan a ellos porque no son como nosotros, porque tienen jardines en sus casas. Ya. El puto Askildsen sabe tan bien como tú que si estas cosas que pasan en sus relatos (o más que no pasan) aún no te han sucedido es porque están por suceder.

En Los perros de Tesalónica hay mucho hastío. No se dice nunca, pero va de eso. Matrimonios avejentados y resquebrajados por el miedo y el cansancio. Hermanos dependientes independientes. Hombres que no saben qué hacer con su fantasía.

Fogwill escribió de Askildsen que puede narrar tragedias resumidas por la simple evocación de una imagen visual, abocetar un clímax erótico por el leve desplazamiento de una mano o describir el odio en el movimiento de un cuerpo que sale a prender un cigarrillo.

Voy a transcribirle sólo por el goce de sentir mis dedos escribiendo como Askildsen. También es por poner un ejemplo, cualquier página de Los perros de Tesalónica:

Ella cogió el vaso y me lo acercó. Está vacío, indicó. Dime cuánto quieres que pare, dije. No, dijo. Llené el vaso. Estamos bebiendo mucho para ser personas que no beben, comenté. Hay excepciones, dijo ella. Sí, contesté.

«Askildsen es intenso en las situaciones que pone en marcha, con recorridos detallados por la asfixia de los gestos, los pensamientos, lo emmudecido y el rencor que se acumula tras tanta familiaridad» escribió Peio sobre él.

El noruego es un Haneke del relato corto si troceáramos las películas de Haneke y cada una de ellas fuera una película por sí misma, un relato corto, dejando fuera de cámara las escenas de violencia, que no las violentas.

«He escrito algunos principios, pero llego a un punto desde donde ya no puedo continuar. Dejo lo empezado aparte, lo vuelvo a sacar, pero no consigo continuar. No sé por qué, pero tengo que estar allí, tengo que tener que escribir, pero no puedo. Quiero, pero no puedo«. «La literatura es el único punto en mi vida en el cual tengo la sensación de estar seguro de mí mismo. Ésa en sí es una buena razón para escribir. Hay algo muy satisfactorio en producir algo que sabes, mientras lo haces, que va a ser bueno, y que, cuando lo has acabado, sabes que es bueno. Entonces no se puede negar que la vida se vuelve un poquito más pobre cuando uno ya no consigue esto».

«Soy políticamente consciente, también porque escribo sobre lo que hago. Escribo sobre nuestra época, sobre el espíritu de esta época, sin decirlo con palabras, quiero decir». «Yo deseo crear desasosiego. No me gusta un relato que no crea desasosiego».

«Uno se hace escritor leyendo y entendiendo lo que puede hacer la lectura para las personas. Yo viví cómo la literatura se convirtió en lo más importante de mi vida estando en el instituto. También tendrá que ver con que uno no se maneja muy bien en la vida, no soy un ser social, no tengo un espíritu muy emprendedor. Uno tiene necesidad de comunicar que no se consigue aprovechar debido al tipo de persona en la que se ha convertido, alguien que busca la soledad y a quien en general la soledad le gusta, pero que también tiene aspectos de lo que a uno le falta. Entonces hay que hacer algo para salvar la imagen que uno tiene de sí mismo, para mí ese algo fue la literatura».