Caminar la Gran Vía, cómo se hace

Desde hace un año he vuelto a trabajar a la Gran Vía, como en 2002. Eso me gusta porque es un lugar al que vuelvo una y otra vez. Una calle que me fascina. Sé que algún día escribiré sobre ella.

A fuerza de caminarla, hay cosas que aprendes de mirar a la gente y de tu propio andar. No se camina la Gran Vía como cualquier otra calle. Primero, es importante trazar una línea recta imaginaria y seguirla decididamente, mirando siempre al frente, sin titubear ni salirse del recorrido: da igual quien venga en sentido contrario hacia nosotros, lo importante es que se aparte el otro. Eso es señal de que este es tu territorio.

Nunca hay que hacer contacto visual con las personas con las que te cruzas en sentido contrario. Puedes (y debes) mirarlas, admirarlas, ficharlas pero que no te pillen haciéndolo.

Te puedes poner lo que quieras para caminar por la Gran Vía. Las combinaciones de ropa más explosivas las he visto ahí, en la puerta de Telefónica, esperando a cruzar en Callao, saliendo del metro en la Red de San Luis.

Está bien que sepas qué había antes en los sitios que ahora ocupa el Bershka (Madrid Rock), el Primor (el Wendy), el H&M que han cerrado y donde pronto abrirán un Uniqlo (el Pasapoga, el cine Avenida) o el restaurante mexicano (los recre) pero es de mal gusto recordarlo. Los cambios en la Gran Vía han de serles indiferentes a la pantera que recorre con altivez esta avenida, porque todo cambia a un ritmo trepidante y hay que dejarlo ir, estar por encima de eso.