Yo tenía 14 años y ya adoraba la música sobre todo lo demás. Tenía un álbum con un apartado para apuntar mis grupos favoritos. Una tarde en la que Noemí y yo tonteábamos en el trastero de mi casa, ahí escribí: Milli Vanilli, Duncan Dhu, Hombres G, New Kids On The Block, Madonna, Michael Jackson. Recuerdo que le pregunté a Noemí, ¿pero cómo se escribe? Me liaba con las elles de milli Vanilli. Al final, acabaron mal puestas, la hache de Duncan Dhu, también. Solo escuchaba los 40 Principales y no sabía qué había más allá. pero lo que me gustaba de verdad, me gustaba con ardor.
Adoraba a Fab y Rob de Milli Vanilli. Cuando les veía bailar, el corazón me palpitaba muy fuerte. Quería ser como ellos. Quería quemar el uniforme del colegio y ponerme mallas hasta la pantorrilla, chaquetas grandes con hombreras gigantes y cualquier cosa del armario que contrariara las leyes de lo que supuestamente combinaba.
Noemí y Pili también eran muy fans de Milli Vanilli. Eran las chicas más altas de la clase, las más salvajes, las más desafiantes. Si las monjas prohibían los tupés, ellas se los hacían más altos. Se remangaban el pantalón azul celeste del chándal escolar para imitar ese largo indeterminado a mitad del camino entre la rodilla y el tobillo. Ensayaban la coreografía de Girl You Know It’s True en el patio y les salía perfecta. Yo quería ser ellas. Adorar a Milli Vanilli también era adorarlas a ellas.
Yo también ensayaba las coreografías pero a escondidas en casa, donde nadie me veía.
La semana pasada entrevisté a Fab Morvan en Madrid, por el biopic que ha dirigido Simon Verhoeven (Milli Vanilli: Girl You Know I’ts True). Fueron apenas 25 minutos y no pude hacerle la gran parte de las preguntas que llevaba. Tampoco pude decirle algo que me guardé (de nuevo, para la intimidad de mi casa, no solo por falta de tiempo, también por vergüenza): cuando dos años después se supo que las voces no eran de ellos, no me importó en absoluto. Les seguí adorando igual y les he defendido durante estos más de 30 años. Lo que me ilusionaron entonces no lo habrían hecho otros.
Conocer a Fabrice ha confirmado que su hondura, su carisma y su brillo eran reales.
Aquí la entrevista en elDiario.es