Derechos laborales y producción artística. La vía sindical

Lo que sigue son las notas de mi participación en la mesa sobre derechos laborales en la cultura (24 de abril de 2015, 16:30h), dentro del festival PAM! que se organiza en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia:

Voy a empezar citando a alguien que en un principio estaba invitado a esta mesa pero no podía venir porque tiene un trabajo al que no puede faltar, no como el mío, que es tan flexible que cada mes no sé si podré pagar el piso o no. Pero gracias a eso supongo que puedo estar hoy aquí con vosotras.

David Aristegui escribió en julio del año pasado un artículo en el periódico Madrid 15 M titulado “La muerte de la cultura libre (no necesitamos licencias, necesitamos sindicatos)”. Yo estoy de acuerdo con él en que necesitamos sindicatos o biosindicatos o sindicatos 2.0, pero no respaldo su tesis que relaciona una cosa con la otra. Yo no creo que nuestra precariedad tenga que ver con el uso de licencias libres y, en cualquier caso, sea cual sea la licencia que utilicemos, necesitamos una fuerza social poderosa que nos defienda cuando nuestros derechos laborales se ven amenazados. Aunque la SGAE se quiere atribuir ese papel lobbista y en situación de monopolio, los artistas que no son socios de la SGAE (y un motivo pudiera ser que publiquen bajo licencias libres) nunca serán defendidos por esa entidad.

En mis dos últimas entrevistas realizadas para la revista Rockdelux, tanto Christina Rosenvinge como Ana Fernández de La Bien Querida sacaron el mismo tema: quizá lo que necesitamos es una unión entre músicos para defender nuestros derechos laborales. Es decir, un sindicato. No es que un músico no pueda afiliarse a un macrosindicato de clase, si quiere, pero estas federaciones defienden un tipo de trabajador y de relación laboral muy alejada de la realidad en la que vive el músico.

Qué buena idea, montar un sindicato. Pues, en verdad, ya existe un sindicato de músicos. Es el SPME (Sindicato Profesional de Músicos Españoles) y fue creado en 1977. Tiene su comité central en Logroño y oficinas en Ciudad Real, Pamplona, Cataluña, Baleares y Madrid. Sus asociados son principalmente músicos de orquestas. Por lo que se puede leer en Facebook, el sindicato se presenta más como una gestora de contrataciones que como una organización sindical.

Me gustaría enseñaros esta imagen del SPM, que me parece muy ilustrativa pues si hay aquí algún fan de la música electrónica, como yo lo soy, le hará gracia: “Defiende tu trabajo, basta de música secuenciada”. No sé qué opinará Kraftwerk de esto.

También existe la Federación UMC (Unió de Músics de Catalunya), que es una federación de entidades que representan a los músicos profesionales de Cataluña y que existe desde 2003. No admite socios a nivel individual, pero aglutina a más de 3.000 músicos pertenecientes a las asociaciones federadas a la UMC.

El actual presidente de la UMC es el músico de jazz Max Sunyé, quien durante 14 años fue miembro de la junta directiva de la SGAE. Si la UMC hace algo o no, sigue activa o no se desconoce, tiene presencia nula en internet y no he encontrado manera de contactarles.

Pertenece a la UCM la AMJM (Associació de Músics de Jazz i Música Moderna de Catalunya), que es una asociación cultural de carácter sindical creada en 1989, la cual sí está muy activa.

La UMC, el SPME y el Sector de Medios de Comunicación, Artes, Cultura y Deporte de la Federación de Servicios a la Ciudadanía de Comisiones Obreras son las tres únicas entidades españolas que pertenecen a la FIM (la Federación Internacional de Músicos).

El anterior presidente de la UMC fue Antoni Mas, una persona muy interesante. Es un músico y compositor que se hizo cargo en 1990 del Sindicato Profesional de Músicos de Girona, el cual desmanteló 8 años después para crear las cooperativas de músicos Músics de Girona (cooperativa de servicios) y Músics de Catalunya (cooperativa de trabajo asociado) y la MUSICAT (Associació Professional de Músics de Catalunya), una asociación de carácter sindical.

Para Mas, la cohesión en el sector de la música es imposible de inocular, porque se define por su “individualismo recalcitrante”. La delegación de Girona del antiguo SPME tenía 325 músicos afiliados, al reconvertirse su sección gerundense en cooperativa, la cifra de socios aumentó a 4.000. Según él, la cohesión es un efecto colateral del cooperativismo. La cooperativa ofrece a los músicos soluciones para sus problemas. Por ejemplo, si un músico factura mediante la cooperativa, queda amparado por la protección de la Seguridad Social, por ejemplo, si tuviera un accidente al salir de su casa de camino a coger la furgo para acudir a una gala. También cotizará a su vida laboral y pagará mucho menos de como lo haría siendo autónomo. Además, ayudan a los músicos a desentrañar los insondables misterios del Régimen Especial de Artistas de la Seguridad Social.

Antoni Mas también creó en 2002 una asociación, que integró en el grupo MUSICAT, llamada Associació Cultural Dos Per Quatre, para la que consiguió la exención del IVA para facturar las actuaciones de música popular y tradicional catalana, como las habaneras y la canción de taberna. Mirad qué cosa tan curiosa, que Antoni Mas es miembro de la Junta Directiva de la AIE (la Sociedad de Artistas, Intérpretes o Ejecutantes de España), lo que viene a ser la SGAE de los intérpretes, con capacidad recaudadora.

Mas tiene un libro descargable, en catalán, con prólogo de Luis Cobos (presidente de la AIE), en el que apuesta por las cooperativas de músicos como un nuevo modelo de gestión en la industria musical.
Además, el libro consta de varios capítulos que son manuales prácticos para la contratación desde el punto de vista del músico o del promotor.

Está muy bien lo que está haciendo la MIE (Musika Industriaren Elkartea) que es una asociación profesional en defensa de la industria musical vasca, pero entre sus objetivos no están los derechos laborales. Por ejemplo, participa en el día sin música del 20 de mayo, en protesta por el IVA cultural.

Y por supuesto tenemos a la AMPE (la Asociación de Músicos Profesionales en España) creada en 1999 y que aunque defiende los derechos de los músicos. Tiene 3 objetivos: crear una base de datos de asociados, el reconocimiento social del músico y crear entre los músicos una conciencia de colectivo.
Dos puntos interesantes en sus líneas de acción:

• Acabar con «la factura» y el régimen de autónomos obligatorio, exigiendo un contrato laboral y el alta en la seguridad social cuando se trabaje por cuenta ajena, para así tener derecho a paro, jubilaciones, etc. (Al igual que los actores, bailarines y demás profesionales del arte).
• Crear acuerdos relativos a la seguridad en el trabajo y las condiciones mínimas de descanso y salubridad para evitar accidentes de trabajo y situaciones límite en viajes y estancias.

Ambos criterios me suenan, la verdad, a sindicato.

De manera que tenemos sindicatos que no funcionan y no los conocen nadie, cooperativas que resultan muy útiles para temas financieros y asociaciones que defienden lo que normalmente hace una asociación y además hacen las labores que le corresponde a un sindicato, pero a nivel individualista. Aún así, la percepción de los músicos del pop es la de que la profesión es muy individualista y está desunida. Eso podría ser verdad, o podría ser una visión separatista o segregada del mundo del pop respecto a los que se llaman a sí mismos profesionales, que son los músicos de carrera, conservatorio y orquestas.

También es interesante ver cómo en gran medida en la neutralización del sindicalismo han operado agentes muy cercanos a las entidades de gestión como SGAE y AIE, como son los mencionados Antoni Mas y Max Suñé. De hecho, y ya para terminar, os voy a leer una cita de Raquel Sánchez García con respecto a la SGAE y los sindicatos, para que veais que está arraigado así desde el comienzo:

Raquel Sánchez García: La Sociedad de Autores Españoles (1899-1932):
A comienzo de los años veinte, la Sociedad de Autores contemplaba cómo surgían en el seno del mundo artístico intentos de organización sindical. La publicación oficial La Propiedad Intelectual dio a la luz artículos de reflexión acerca de lo que llamaba «sindicalismo intelectual» en un tono marcadamente crítico. A la luz de la experiencia de la propia SAE, resulta curioso leer comentarios como éste: «La Junta que nos precedió tuvo que luchar con la formación de los sindicatos de cuantos elementos integran la vida del teatro, que aun siendo legítimas sus aspiraciones, dificultaban el desarrollo normal de estos negocios y, por consecuencia, un perjuicio evidente de nuestros intereses». Más acerbas se hicieron las críticas comentando el ingreso de la Sociedad de Artistas Franceses en la CGT: «Las asociaciones de intelectuales sólo deben federarse con sus afines, con aquéllas que están inspiradas en los mismos propósitos, que tienen los mismos intereses que defender y que están obligadas a mantener por propia conveniencia, en la mayor altura posible el respeto a la propiedad intelectual. Éste es el único sindicalismo que pueden aceptar los intelectuales del arte».