Diario del coronavirus (14): Medicina contra el ‘terribilismo’

Recordarán mis sufridos lectores que con el coronavirus ya encima pero antes de que se decretara el estado de alarma, no me quedó más remedio que acudir a mi médico de cabecera por una crisis de irritación intestinal. Tengo todo el repertorio de enfermedades somáticas que se me pueden ocurrir: dermatitis atópica, caída del pelo, ansiedad y síndrome del colon irritable. Aunque seguro que hay alguna más que todavía no he catado y que ahí está, agazapada, esperándome. Probablemente no soy la persona más relajada del mundo. Tampoco es que sea nerviosa. Digamos que me atormento más de la cuenta.

Por otro lado, ¿cómo no somatizar enfermedades con estos escenarios catastróficos en los que vivimos? Desde la autoexigencia como madre y periodista en equilibrio precario hasta la vida en el estado de alerta, pasando por el sufrimiento animal, las relaciones familiares, las apariencias sociales, la necesidad de estar permanente informada, los residuos que se nos van de las manos, el capitalismo que aprieta, el envejecimiento, el miedo a la muerte y todos los libros que no me da tiempo a leer. Por resumir un poco. Supongo que a muchos y a muchas os es familiar.

El caso es que, en estos días, el dolor ha estado yendo y viniendo. La verdad es que aquella copa de vino que me tomé tras la involuntaria sugerencia del charcutero, no ha ayudado. Decía una amiga en Twitter, y otra la secundaba, que extrañamente a lo que habría imaginado, durante el confinamiento no le apetece beber. Que se imagina más tomando unas cañas en una terraza. A mí me pasa lo mismo, pero me imaginé saboreando ese oloroso Ribera del Duero junto a mi queso favorito y no pude evitar zambullirme en la fantasía. Y luego, como todas mis ensoñaciones, cuando se convierten en realidad pierden toda la magia. Si al vino le sumamos los cafés (descafeinados) con leche y azúcar que me estuve desayunando durante toda la semana, así como los yogures y el queso mencionado, me acabé convirtiendo en la peor enemiga de mi intestino. Resultado: vuelvo a estar fatal.

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