Faenas domésticas que no quieres que te pasen durante la cuarentena: caries en las muelas, que se rompan las gafas, una infestación de chinches en casa, una gotera, que tu hija tenga deberes de flauta, que se te caiga el móvil al váter, que se desconfigure el router, que se rompa la lavadora. ¿Qué llevarías peor? A mi amiga M. le ha pasado al menos una de estas cosas, si no dos.
M. está en cuarenta preventiva junto a su marido y sus dos hijas pequeñas debido a que un compañero de trabajo dio positivo. Eso quiere decir que no pueden ni bajar a por el pan. De todas formas, están perfectamente, no tienen síntomas y no parecen enfermos. Por si su vida no fuera lo suficientemente complicada, M. trabaja en la televisión y es una de esas titanas que está montando programas con todo el equipo desde sus casas. Que luego lo vemos y decimos “mira, qué gracioso, cada uno en su casa” (de hecho, mi hija Eleonor dice “me encanta la cuarentena porque así puedo ver dónde vive la gente de la tele”) pero sacar un programa así, y que quede bonito, no debe ser fácil.A M. se le ha roto la lavadora… con la ropa dentro. ¿Verdad que habíais sentido un escalofrío cuando lo leísteis en el primer párrafo? En estos tiempos de desinfección brutal, millones de lavadoras en todo el mundo giran y giran enérgicamente varias horas al día. El día que su lavadora decidió cometer alta traición, M. se había acostado a las cuatro de la mañana preparando el programa que tenían que grabar. No sé si esto es una cosa solo mía, pero lo voy a confesar y así lo vemos: a mí los electrodomésticos siempre me han dado miedo. En algún curso de la EGB tuve un libro de lecturas en el que había un cuento que se titulaba La rebelión de los electrodomésticos. Un cuento de terror. La nevera se comía lo que tenía dentro. La lavadora desgarraba la ropa. La batidora arrancaba dedos. Bueno, quizás no era tan así pero se quedó enganchado a mis pesadillas de esa manera. Posteriormente, la canción homónima de Alaska y los Pegamoides siempre me ha dado mal rollo.