Cada día miro mi cuenta bancaria. ¿A qué se parece? ¿Os acordáis cuando íbamos a una fiesta en una casa y el anfitrión os pedía que, por el camino, comprásemos una bolsa de hielo? Llegábamos al sitio y los hielos se quedaban dentro de la bolsa, mientras los alegres invitados meten la mano con despreocupación para llenar sus copas. Al principio no lo sabíamos, porque los cubitos estaban congelados, pero poco a poco se va creando un charco sobre la mesa, ya que en realidad la bolsa tenía un pequeño agujero. La fiesta se prolonga hasta la madrugada y, de nuestra estupenda bolsa de hielos pesados y contundentes, apenas quedan unas babosas frescas y un reguero de agua fría.
Incluso si nunca os han pedido subir una bolsa de hielo, estoy segura de que muchos sabéis de qué os hablo. El último dinero de la media nómina de marzo se agota y me pregunto cuándo llegará mi prestación por desempleo debido al ERTE por fuerza mayor. Busco en la página del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) y encuentro un PDF que advierte que el Registro de la Administración General del Estado y el propio SEPE están saturados. Mientra se acerca peligrosamente la fecha de cobro de la hipoteca me pregunto si le puedo enviar al señor banquero ese PDF como justificante de impago. Le imagino tirándome cubitos de hielo desde su montículo de oro: “¡quédese en casa, señora Cabrera y cumpla con sus obligaciones!”.
Hoy se me ha ocurrido meterme en la sede electrónica del SEPE y he comprobado que no hay ninguna solicitud de prestación pendiente a mi nombre. Pinta mal la cosa. Por seguir con lo de la fiesta, es como si algún gracioso hubiera cogido la bolsa con el agua derretida y me la hubiera hecho caer por la espalda. Si el confinamiento va para largo, me temo que la llegada de la prestación, también.