Diario del coronavirus (29): Poca harina para tanta España

Sospechas que has dejado a tu hija ver durante demasiado tiempo videos de Los Polinesios cuando se pasa el día hablando con acento mexicano. “Hablas con acento mexicano”, le digo a Eleonor. “No, eso no es cieeerto, mamita”, me contesta. “¿Qué me has llamado?”, le pregunto. “Mamita, mamita linda”.

Estoy deseando que acaben las vacaciones de Semana Santa para volver al colegio virtual (por llamarlo de alguna manera) y darnos (a todos) una segunda oportunidad para conseguir una rutina de estudio, la cual en estos días ha saltado por los aires. Ha venido bien para desestresarse, disfrutar del no hacer nada, entregarse a la flojera, acostarse a las tantas viendo una película y levantarse muy tarde, cuando en el cuerpo no quepa más sueño. Pero ahora temo que mis argumentos no convenzan a Eleonor y decida quedarse a vivir en los videos de Los Polinesios para siempre.

Este fin de semana no funcionó, ni siquiera, la repostería. “¿Hacemos galletas?”, le digo, invocando las palabras mágicas. “Hazlas tú que yo me las como”, me dice, con acento fresa del DF. La miré con cara de perro. “Mamita linda”, añadió.

Os voy a decir una cosa que muchos ya sabréis: lo de los panes y los bollos se ha vuelto imposible. Dos veces ha regresado Alberto del supermercado sin harina de fuerza. “La sección repostería estaba arrasada, tendrías que haberla visto”, me dice. En mi barrio, los sobres de levadura es el nuevo patrón oro. Mi amiga A., que hace unos bizcochos impresionantes, se quedó sin ella y tuvo que bajar a la calle en una operación limpia y rápida. Como si fuéramos la CIA siguiendo su escaramuza desde la situation room, recibimos una visual muy clara de la cola de espera para entrar en el supermercado. A. dijo que no quería comprometer la misión exponiéndose al fuego enemigo durante tanto rato, por lo que abortó el plan inicial y se fue a buscar otra tienda abierta. Encontró una, extrañamente vacía, se dirigió a la estantería adecuada con la rapidez que solo un agente entrenado puede tener y se llevó los dos últimos sobres de levadura. Probablemente esos eran los dos últimos sobres de levadura del barrio, quizás incluso del distrito. Hemos sabido que en el piso vacío de una amiga común hay más levadura e incluso un paquete de harina de fuerza. Estamos evaluando las posibilidad de éxito si hacemos una incursión en helicóptero.

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