Diario del coronavirus (32): El peso que no pesa

Creía que el humor de reducción al absurdo de mi hija había tocado fondo pero cuando esta mañana la escuché cantar Agapimú cambiando la letra por cosas del coronavirus, pensé: no hay límite.

La vida de Eleonor en las últimas semanas está tan marcada por la telecomunicación que, cuando vio el video de Ojete Calor con Ana Belén lo pilló superrápido: “ah, claro, están haciendo una videollamada”. Pues sí, le dije ellos TAMBIÉN. A veces se nos amontonan y le llegan a Eleonor solicitudes tanto al móvil de su padre como al mío, a la vez y quizá mientras está jugando a Minecraft online con sus primos. No puede con tanta vida social.

Ha tenido cuatro semanas de entrenamiento en la comunicación virtual, por lo que espero que se le den bien las expectativas para el nuevo trimestre escolar, el cual ha empezado con grandes bríos y nuevas herramientas de trabajo a distancia. Algunas madres y padres estuvimos a punto de mandar un escrito a la directora antes de las vacaciones de Semana Santa, francamente desesperados por nuestra falta de habilidades, y por supuesto de tiempo, como profesores sustitutos en casa. Mandarles ejercicios de los libros les estaba desmotivando. La carta no se llegó a enviar, ya que la directora del colegio supo de nuestras intenciones y rápidamente se adelantó a ellas para explicarnos que estaban preparando en mejorar las cosas. Viendo cómo ha comenzado de fuerte el tercer trimestre, me temo que nuestras y nuestros profes no han tenido unas vacaciones como las de su alumnado.

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