Diario del coronavirus (48): La fase 0 huele a tinte para el pelo

Hemos parado de ver capítulos de Clone Wars, las guerras clon que se desarrollan entre el episodio II y el II de las películas de Star Wars, porque no hacíamos otra cosa. Un capítulo tras otro, temporada tras temporada, empezaba a confundir la Coronavirus War con la lucha de los Separatistas para destruir la República, cosa que por mucho que parezca la vida real, en realidad ocurre dentro de la ficción galáctica creada por George Lucas.

Necesitada de aire, he salido a dar mi primer paseo de andar rápido. Al contrario que un enfermo de coronavirus, mi sentido del olfato está hipersensible, imagino que es un fenómeno propio de quien permanece mucho tiempo en un hogar que genera sus propios olores de manera uniforme. Como los perfumes con los que me rocío, quizá en exceso, porque a los cinco segundos ya no los huelo.

Al alejarme tres o cuatro manzanas de mi casa y llegar a una calle ancha, me golpeó un intenso olor a alquitrán que emanaba de un camión que asfaltaba un concurrido cruce entre avenidas. Las obras provocaban una aglomeración impaciente de coches, cuyos conductores nerviosos parecía que habían olvidado el adiestramiento especial para conducir por Madrid, con el que más que una licencia deberían darnos un doctorado. El otro gran olor era el del diésel quemado. Alquitrán y gasoil, el olor del progreso, era el aroma de esta ciudad antes de que el coronavirus llegara a ella, como un pistolero forastero que vacía el bar del pueblo con su sola presencia.

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