Dice Pedro, de El Buscón, la veterana librería del barrio madrileño de Prosperidad, que una librería donde no puedes tocar los libros no es exactamente una librería. No quiero yo contradecir a un librero en sus propios asuntos pero una librería también es otra cosa: un hogar a resguardo para el corazón de una comunidad que entiende la cultura como intercambio. No hace falta, aunque da gustito, entrar y hojear los libros, sobarlos con las manos e incluso hundir la nariz entre sus páginas para sentirse parte de una librería. Para mí es importante saber que están allí: los libreros y los libros. Recordar que, cuando el mundo tiembla, ellos siguen en pie.
Por eso se les marchita algo a los amantes de los libros cuando una librería anuncia su cierre. No es un cambio de un modelo cultural sino un fracaso de modelo de comunidad que cambia sus apoyos colectivos por unos referentes más individuales, internos o privados. El intercambio del que hablaba antes no es una transacción mercantil, sino un intercambio de saberes, un pacto de apoyo mutuo (y más en El Buscón, que se asienta sobre una cooperativa) y un consenso común sobre que aquello que cuentan los libros es importante para todos y todas.Total, que escribí un WhatsApp a El Buscón para encargarles un par de libros que se habían quedado suspendidos a medio camino entre las lecturas deseadas y las capturadas. Hace unos meses le pedí a Twitter que me recomendara libros para Eleonor, en especial poesía, que contuvieran buenas dosis de humor, porque Eleonor es una niña que no sabe vivir sin comedia. Me salió una lista estupenda con Cuentos en verso para niños perversos, de Roald Dahl, en la primera posición. El otro libro encargado era un autoregalo de cumpleaños evidente, el libro inevitable que me ha acompañado, sin tenerlo, durante este confinamiento y por tanto este diario: Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados, de Servando Rocha. Otra cosa que me contó el librero fue que, cuando vio que lo pedía, pensó que era una lectura fabulosa para estos tiempos enmascarados —Pedro se señaló la mascarilla, con un gesto de hartazgo— por lo que pidió un ejemplar de más, que situó en un lugar de honor en el escaparate. Así que, vecinos y vecinas que en estos tiempos difíciles queráis saber más sobre las fantasías tras los enmascarados, el enmascaramiento como acto mágico, el fuego carnavalesco, los superhéroes, los obreros con pasamontañas, el terror, el surrealismo, la revolución y la fantasía oscura, podéis acudir a El Buscón, que ya están abiertos sin cita previa, para reclamar este ensayo apasionante publicado por una pequeña editorial, con tintes de sociedad secreta, llamada La Felguera.