En aquella inconsciencia de los primeros días hubo un momento en el que dijimos: esto nos va a venir fenomenal para volver al gimnasio. Hacía un par de semanas que no nos veían el pelo por allí. Eso sí, nos dijimos: con precauciones; de sauna, nada. ¿Seguro que sauna, no? Si nunca hay nadie. Tuvimos un momento de duda. Por si las moscas, dijimos en voz baja. Al rato, dijimos ¿y las clases? Hombre, las clases… Después de pensarlo unas horas, convinimos en que quizá el aula de las clases colectivas era demasiado pequeña y se sudaba mucho. Quedaban, pues, medio descartadas, pero no del todo. ¿Bicicleta sí que sí, verdad? ¡Claro! Las bicis sí… Bueno, igual intentando no tocarlas mucho.
Sí, así éramos en aquellos tiempos en los que nos cuesta hoy reconocernos, y no han pasado ni seis días. De tanto imaginar los gimnasios como no lugares ballardianos, nos hemos acabado creyendo que son lugares de excepción, donde el tiempo ha quedado detenido en una realidad musculosa alternativa. El viernes 13 por la mañana el gimnasio se ponía en contacto con nosotros, “debido a la situación de Madrid” había decidido reducir el horario y suspender las clases. El caso es que, entre la pereza y la precaución, no habíamos llegado a ir. No fue hasta bien entrada la tarde de ese mismo día que recibimos un nuevo comunicado hablando de “la situación” y avisando de que se ven “obligados” a cerrar las instalaciones. En su universo de brillantes teles de plasma sin sonido, reguetón volumen discoteca y elípticas a pleno rendimiento, la situación esa que no se atreven a nombrar es inconcebible.
Que sepáis que vamos a engordar. Esto es así. (Y no hablo solo de nosotros, vosotros también). Tampoco estoy diciendo que hubiéramos ido mogollón al gimnasio sin “esta situación” pero, en fin, supongo que dentro de unos días acabaremos sacando las esterillas de yoga de debajo de la cama y haciendo caso de alguno de los mil videos e imágenes que nos envían para mantenerse en forma durante la cuarentena. Como nosotros, habréis recibido muchísimas sugerencias sobre qué hacer para no aburrirse estos días. Una cosa os digo: ojalá tuviera tiempo para aburrirme. El trabajo, los deberes, la limpieza de la casa, la comida, los grupos de WhatsApp… estoy agotada. Para colmo, Alberto se ha suscrito a una plataforma digital que antes no teníamos… vamos a explotar.
Esta entrada forma parte de un diario personal escrito durante la cuarentena del coronavirus para eldiario.es Puedes leer todas las entregas aquí:
Diario del coronavirus.