Diario del coronavirus (62): En la víspera de la fase 1

En Madrid, epicentro de la catástrofe (a muchos niveles), en la víspera de pasar a fase 1, no se habla de otra cosa. Hasta el punto de ser uno de los temas principales en las videollamadas de los niños. Impresiona ver a los micos mantener las mismas conversaciones que los mayores, o al menos muy similares:

— ¡El lunes pasamos a fase 1!
— ¿Cuándo vienes a dormir a mi casa?

No sé otros niños, pero el objetivo principal de mi hija, para la fase 1 y para la vida en general, es mezclarse mucho con la gente. Le pirra la fiesta más que una bolsa de pipas. Y también las casas de los demás. Su idea de la felicidad es pasar la noche fuera de casa de manera espontánea, como yo con 20 años pero ella a los 8. Ha preguntado en varias ocasiones exactamente a qué hora del lunes comienza la fase 1.

Eleonor está muy informada de todo lo que le interesa. Consume telediarios con un vicio que es posible que yo le haya contagiado. Si un día estoy saturada de noticias y cojo el mando para apagar la tele cuando termina uno, ella me lo arrebata de la mano y me mira como si estuviera haciendo una locura: “¡que ahora empieza el de la otra cadena!”. Durante el telediario pregunta cosas como “¿qué son anticuerpos?” o “¿quién es el malo?”. Pregunta por el malo en el telediario igual que lo hace en las películas. Lo que es el argumento (de la pandemia) yo diría que lo ha pillado bien, así como los arcos de sus personajes principales y la evolución de la trama. Puede ser que hasta le haya puesto un título: cuando ve un lugar donde no se están guardando las distancias de seguridad dice: “mira, mamá, fiesta del coronavirus”. He dicho que era una película pero no he aclarado de qué género. Tratándose de Eleonor, siempre es una comedia.

Desde que Pedro Sánchez nos ha dicho a los españoles que podemos ir planificando nuestras vacaciones, la vida se ha vuelto más complicada. Yo, de verdad, vivía más a gusto al día, sin tener que planificar nada. Me hablaba el otro día un amigo, que ha pasado por la COVID-19, que lo de pasar una temporada en la cama le ha parecido tentador. Inevitablemente nos acordamos de un vecino de mi barrio, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, en cuya cama con vistas a la Avenida de América yació (y escribió) durante años. A mí ahora ahora mismo me tienta la opción de permanecer en estado de alarma permanente, como canta Bunbury en su último disco, y quitarme de la ansiedad de la planificación. He disfrutado del rigor horario del confinamiento y también de las medidas de alivio de la fase 0. Por eso estoy por plantarme, mostrar mis cartas y terminar aquí la partida.

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