Diario del coronavirus (72): Hasta el colodrillo y más allá

En mi ignorancia sin límites, desconocía que existía el colodrillo. Si os digo la verdad, pensé que era algo que se había inventado mi amiga Me., que a veces se saca de la manga maravillosas expresiones que no oía desde el año 1993. El asunto del colodrillo, que resulta ser sinónimo de occipucio (esto ya me suena más, pero no palabra que maneje habitualmente), llegó a nuestro grupo de WhatsApp, Acción Mojitos (acción, mucha; mojitos, cero), porque tenía mucha curiosidad por saber cómo son las pruebas PCR para el diagnóstico del coronavirus.

PCR, que son las siglas en inglés para Reacción en Cadena de la Polimerasa. Son muy comunes en los laboratorios de microbiología pero el vulgo no nos hemos enterado de su existencia hasta este romance letal del virus SARS-CoV-2 con el ser humano. Expertos y expertas nos han informado ampliamente en qué consiste: se toma una muestra de las vías respiratorias del paciente sospechoso de estar infectado y si detecta en el laboratorio ARN (ácido ribonucleico) del bicho, el resultado, que se obtiene en unas horas, es positivo. Todo esto me recuerda mucho a que ayer por la noche vimos en casa Alien: Resurrección y que es muy divertida, la recomiendo para la desescalada. 

Toda esta información está muy bien pero a mí no me sirve. Yo quería saber qué se siente de verdad. Es como si le preguntas a la Teniente Ripley clonada en esa película cómo son las pruebas a las que la sometieron en el laboratorio para determinar si llevaba o no el alien dentro y ella te empieza a hablar del ácido ribonucleico de su huésped. No. Yo lo que quiero que Ripley me cuenta es qué se siente de verdad.

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