Ya hace tiempo que me había dado cuenta que entre Haneke y yo había algo. Un romance como este me había ocurrido, al menos, en otras dos ocasiones: Cronenberg y Egoyan.
Un día llegó a manos de Elizabeth Smart un libro de poesía de George Baker y se enamoró brutalmente de él, sin conocerle.
Ayer vi Das weisse band, La cinta blanca, la última película de Haneke que esta triunfando allá por donde va. Un día antes escuché a una presentadora del canal 24 H decir que la mejor película en el Festival de Cine Europeo «tenía que haber sido Los abrazos rotos de Pedro Almodóvar» pero fue La cinta blanca y que «la mejor actriz tenía que haber sido Penélope Cruz» pero fue Kate Winslet; yo pensaba que la época de la propaganda españolista había terminado, también incluso en RTVE.
De la tormentosa relación de Elizabeth Smart con George Baker nació la literatura de aquella, y como quinto hijo de su amor por él, En Grand Central Station me senté y lloré.
Al ver la película, algo se me heló dentro. La educación protestante arruinando la vida de los niños, perpetuando la amputación emocional de los padres, generando odio hacia la diferencia, «un mundo de súbditos en el que todos están en guerra contra todos -los hombres entre si, los hombres con las mujeres, y los adultos contra los niños- y a la vez unidos en su sumisión a la autoridad y en el respeto a una agobiante sobrecarga de reglamentaciones basadas en la represión», como ha escrito brillantemente Rafael Poch en su excelente reseña en La Vanguardia.
Los titulares insistían en que la película de Haneke trata sobre el nacimiento del nazismo. Lo olvidé mientas veía la película. Después, al leer sobre ella, no entendía porqué tanto titular sobre el nazismo, yo no lo había visto en la película. Había visto la educación, la religión, la severidad, la crueldad… ¿qué niño no lleva todo eso dentro de sí? Me parecieron sentimientos humanos exacerbados por la vida en una comunidad pequeña, controlada por sus líderes espirituales, económicos y políticos (el párroco, el marqués, el administrador). Más tarde ya pude entenderlo: esa generación en concreto de niños criados en la Alemania inmediatamente anterior al inicio de la Primera Guerra Mundial son los que luego abrazarán el régimen nazi. A pesar de la contextualización histórica de la película, sigo sin creer que la historia que cuenta La cinta blanca sea la del origen del nazismo, como dicen los titulares. Es más, he leído que Haneke tampoco está de acuerdo en que eso sea lo más importante.
Aún así, esos niños nos recuerdan otros niños crueles de otras películas alemanas sobre el nazismo.
La película se estrena el 15 de enero. Creo que todo el mundo debería ir al cine a verla, algo así no sucede todos los días. O quizá sí, pero no en una pantalla.
Esta noche, en ¿Quieres hacer el favor de leer esto, por favor? hablaremos sobre Elizabeth Smart, para quien vida y literatura fueron siempre una misma cosa.
Actualización: ya lo hemos hecho.