El masturbador inmoral, obsceno, indecente y blasfemo

Osé

Lora Haddock quería un orgasmo total. La primera vez que consiguió uno, tenía 28 años. Lora había llegado a ese punto estimulando a la vez por fuera y por dentro, es decir, el clítoris y la vagina. No es fácil: al igual que hay millones de mujeres, hay millones de cuerpos.

Si no todos los vestidos le sientan bien a un cuerpo, tampoco todos los masturbadores encajan correctamente. Por ello, el último reto de la tecnología es satisfacer la diversidad. Lora soñó con repetir ese clímax maravilloso no de manera fortuita, como había sucedido la primera vez, sino con una herramienta eficaz que le ayudara a ella —y a más mujeres y personas con vagina— que necesitaran de una doble estimulación.

Por resumir: Lora, acompañada de un equipo de ingenieras de la Universidad de Oregón, estudió, investigó, diseñó y produjo un nuevo juguete de satisfacción sexual que colmaba sus expectativas. El aparato que su compañía, Lora DiCarlo, había creado no solo provocaba el doble orgasmo clitoriano e intravaginal sino que proponía algo más innovador: conseguirlo sin tener que sujetarlo con las manos.

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