Estar donde estoy ahora mismo es un lujo. Es mi pequeño balcón, tapizado con las flores del toldo que al fin conseguí que nos instalaran, acompañada por las jardineras y los Don Diegos que planté en ellas, semillas de Somaén y Valdemorillo que florecen sólo de noche.
Cuando un buen amigo vio nuestra casa dijo que le gustaban estos pisos que pueden ser atravesados en línea recta. Desde donde estoy, cuando miro hacia el interior de la casa, veo al fondo, más allá del salón y la cocina, como si fueran corredores venecianos, la ventana que da al otro lado, a la calle y, en el edificio de enfrente, a pocos metros, otra ventana. Pienso en un salto con jabalina y en Man on wire. Pero la ventana de enfrente tiene la persiana bajada, y pertenece a un hospital. ¿Quién querría seguir pues atravesando la ciudad en línea recta? Aquí se está tan bien…
He apagado las luces y sólo está encendida la vela del farolillo. Ni siquiera es necesaria pues la luz de la pantalla lo ilumina todo, pero es cálida y siempre calma. Abajo, entre los jardines, unos pasean los perros y otros caminan rápido para llegar a casa y acabar de una vez por todas con la semana, se les nota la ansiedad, las prisas. Yo hoy no tengo prisa. Ni sueño. Pero he pasado un mal día: ansiosa y somnolienta. Con dolor de tripas, como siempre. Ha caído el cidine, la ranitidina, la simeticona. Sólo faltó el almax, que no ha sido necesario. De golpe me pregunto una tontería, si es que Alma X se llamaba así por el Almax y ellos también tenían retortijones de electrolash. A estas alturas de la década el electroclash irrita mucho el colon. Lo dice una que fue Perra.
Igual lo del estómago viene por las carreras de esta mañana, que fueron de infarto. O por el calor sofocante durante el día y los viajes a la azotea para tender las lavadoras. En fin, no ha sido un día muy bueno, pero este final es fantástico.
A partir de mañana comienzan los días previos de la semana del concierto de Ô Paradis, así que habrá muchas cosas que hacer, sobre todo el seguir convenciendo a gente para que venga. Si tú has pensado venir, deberías traerte un amigo, te querrá para siempre. Las entradas son muy baratas, cuestan ocho euros y se las puedes ir a comprar a Jorge en Rara Avis, a Amparo y Antonio en Diskpol o a Andrés en Rotor. Las direcciones, para quien no las conozca, están aquí también. Cuando vayas, cómprales algún disco ¿no?, ya que estás. Así hizo un chico con el que me he escrito por Last.fm y cuya identidad mantendremos en el anonimato a no ser que él se manifieste. Se compró la entrada del concierto y luego diez veces más su precio en discos. ¡Así se hace!
Hay gente que piensa que organizar un concierto es complicado, pero no lo es. Da mucho trabajo y preocupaciones. Hay muchos detalles que no descuidar. Genera estrés porque piensas que podrías estar haciéndolo mejor. Quizás debería escribir un post con el esquema de lo que hay que hacer para montar uno, para quien se quiera animar. Lo más importante es que hay que contar con un dinero que no te importe perder. Los conciertos son una inexplicable ruleta rusa. Puede ser un sonoro pinchazo o un éxito y no lo sabes hasta el momento en el que empieza.