Lo mejor de la radio son las entrevistas. A veces piensas que lo más especial es escuchar el retorno de tu voz por los auriculares y creerte que es otra persona la que habla. Pero, superada la fascinación del egocentrismo adolescente -bueh, no dura mucho, menos mal- te das cuenta de que lo que tienes que hacer es callarte. El trabajo bueno en la radio es pues el que no se ve: los emails que se envían para convencer a alguien de que venga a una emisora subterránea camuflada tras el cartel de un locutorio. Carolina hizo muy buen trabajo trayendo ayer a Iván de los Ríos a ¿Quieres hacer el favor de leer esto, por favor? y lo mejor que pudimos hacer fue darle a Iván todo el tiempo que cabe en 60 minutos. Iván es profesor de filosofía, traductor y ensayista y fue invitado por el capítulo que aporta al libro Los Soprano forever, editado por Errata Naturae.
Además de herramienta de entretenimiento, algunas series de televisión también realizan una función de análisis crítica de la sociedad occidental post-industrial y el capitalismo sobre el que se asientan. Así son Los Soprano y The Wire, por ejemplo. Series difíciles que aún así son vistas por mucha gente (menos de la que ve House o Lost, eso sí). Si series como House sirven como autoayuda (dijimos en el programa), las otras que he mencionado también son una especie de autoayuda, pues nos ayudan a enfrentarnos fríamente con la sociedad que tenemos, la de un mafioso que no puede admitir entre sus compañeros que le come el coño a su mujer o que va a un psiquiatra porque perdería su reconocimiento. ¿Qué mejor ayuda que la que te provoca un shock? Y todo eso sin bajarnos de la sociedad del espectáculo, que parece ser el único empaquetado posible con el que se nos pueden servir los mensajes. Si no son espectaculares, son invisibles.
De estas cosas hablamos con Iván de los Ríos, antes, durante y después. En realidad ayer hubo tres programas, tres conversaciones: una antes en una cafetería encantadora que decubrimos cerca de la radio, una con los micrófonos abiertos y otra en la puerta de la radio, en la acera, con algo de frío y el casco de la moto en la mano. Ya para irnos pero sin querer. Bueno, yo no quería, porque hablábamos de Bolaño. Pero, a la vez, quería irme a casa a leer a Bolaño. Los mejores escritores, decía Iván, los que más le gustan, son los que te hacen desear leer a los escritores de los que te hablan. Bolaño es de esos. Qué escritores tan generosos que te ceden en lugar de retenerte con argucias. Se me ocurrió que debíamos hacer un programa sobre tipos de escritores: los que te dan ganas de seguir leyendo, los que te dan ganas de escribir, los que te dan ganas de cerrar el libro y ponerte a vivir.
Bolaño es de esos que te empujan a cruzar puentes y, quizá él no lo sepa, pero Iván de los Ríos también es de esos.