Historia de un incendio

La historia de mi incendio de hoy ha comenzado pateando Madrid. He comido con Roberto e Iván en un restaurante vegetariano llamado Restaurante Vegetariano, ¿no es bonita la simplicidad? ¡Y lo recomiendo!

Salí de casa cargada con una bolsa de unos 30 discos de mi colección, que estoy intentando menguar para que ocupe menos y me quede solo lo que me guste mucho. Tras recorrer seis tiendas de segunda mano, sólo he conseguido vender trece discos, por un total de 12 euros, todos en Yunke. Son buenos discos. A pocos metros de allí, en la FNAC, sólo uno de esos cedés ya cuesta más de 12 euros. Ni siquiera en La Metralleta quisieron ni uno. Menos mal que tengo aprendido el gesto que hay que ponerle a un comprador-vendedor de segunda mano: «me da igual, nada me importa». Tanto para venderle como para comprarle. Si uno de La Metralleta te mira con gesto condescendiente mientras te devuelve el taco de discos y te dice «no me interesa nada de esto» como si tú le hubieras ofrecido 40 promos de María del Monte, lo que hay que hacer es mirarle a los ojos y, sonriendo, contestar «muy bien», como si hubiera un comprador en la otra esquina dispuestoo a ofrecerte 5 euros por ejemplar.

Lo cierto es que odio ir a Yunke, pero desde que cerraron el Daily Price de Avda de América es el único sitio donde sé que algo me pueden comprar. Pero lo odio. Odio el olor y odio a la encargada, a la que he visto engordar y embotoxizarse a lo bestia en casi diez años. Lo único que apenas ha cambiado es el número de tinte de rubio canalla que usa. Hoy estaba más gorda que nunca, fumando y bebiendo Danup del tapón de la botella (imagino que el Botox de los labios le impide hacerlo a morro). He tenido que esperar diez minutos a que me trajeran diez euros de la otra tienda y, pegando la oreja, he averiguado que la panza no era, esta vez, de pasarse el día encajada en ese cuchitril sino por un embarazo avanzado. (Seguro que acaba leyendo esto y ya no me compra ningún disco más).

En Madrid tenemos casi todas las tiendas de discos concentradas en una misma zona, las que quedan, que son cada día menos. Hoy me he llevado otra sorpresa: han cerrado Citadel y para no novedades baratas esta era la tienda más afín. Me extrañó que no pusiera un puesto en la feria del disco de la plaza de los Luna pero no pensé que estuvieran tan mal como para chapar.

He recorrido más tiendas pero el mensaje venía a ser el mismo: ya no compramos cedés, sólo vinilos, porque la cosa está muy mal y la gente no se gasta dinero en un cedé, pero en un vinilo igual sí.

Mientras esperaba que dieran las cinco de la tarde me tomé una infusión en La Buena Vida, que es un lugar en el que se está terriblemente bien (también lo recomiendo). Allí, envuelta en tranquilidad y libros, extrañé mucho que las librerías, y no las tiendas de discos, fueran mi último refugio. Debería existir una tienda de discos con café, al igual que La Buena Vida o El Bandido Doblemente Armado. Sitios donde pasar una hora curioseando, quedando con amigos, escuchando música y pasando por caja con algún capricho. Rara Avis es la única tienda de discos que me gusta en Madrid (y Bang, pero no es sólo de música) pero aún así es fría, es de paso. Algún día me gustaría montar un negocio y abrir mi tienda soñada.

Siguiendo con librerías, también he ido a la librería Arrebato, que sólo por llamarse como la película de Zulueta ya me gustaba, sin haber entrado nunca. Pensé que tendrían un catálogo más escogido pero al final, salvo la selección de novedades de pequeñas editoriales (a la entrada), el fondo es de la segunda mano de siempre. Y eso me ha decepcionado un poco. Pero tiene un rincón con un sillón orejero y una nesspresso (¡bien!), así como una mesita en una zona infantil (¡bien!). Con el dinero que me saqué de los discos (y unos euros más) me he comprado Historia de un incendio, de Servando Rocha, editado por La Felguera. Rocha tiene otro libro sobre la Angry Brigade que si me gusta este también me compraré.

Siguiendo con las desapariciones, después del palo de Citadel me he encontrado con otras dos defunciones. Donde estaba la genial tienda La Belle Isabelle (ahí he comprado yo corsets, máscaras y otras cositas) ahora hay una tienda de ropa masculina para hiphoperos y chicos que quieren ser cool. Y otra es la tienda de ropa La Morgue, que está en liquidación (descuentos del 30% y el 50%) ya que van a cerrar cuando acabe el mes de marzo. Dice el encargado que el cierre se debe a que no ha tenido vacaciones en un año y medio y quiere descansar, que continuará la venta en la web y que más adelante buscará otro local. Así que aproveché el estupendo descuento para comprarme unos pololos de Amoelbarroco (ya! ya sé que no debería haberlo hecho!) y regresar a casa pensando en Madrid, en qué estupideces estamos haciendo con esta ciudad.