Hace tiempo que curé mi adicción a los comentarios. Para ello tuve que cargarme el weblog primero y luego asegurarme de que, al regresar, quedaba deshabilitada la opción de comentar. Cuando decidí que había superado mi problema abrí de nuevo los comentarios pero sólo para registrados. De esta manera me aseguraba que mis comentaristas serían sólo aquellos que realmente quisieran hacerlo. Es verdad que aún me quedan secuelas, como cierto poso de tristeza cuando escriblo un post que me gusta y queda firmado con un paralizante «Sin comentarios». Pero bueno, poca cosa… Como he pasado por esta enfermedad, siento cierta empatía por la gente de esta iniciativa «I Want You to Comment», a la que llegué desde este weblog.