La fiebre que tuvimos (sobre la cancelación del periódico Fiber)

En el año 1999 Miguel Morán nos reunió en una sala privada de un restaurante vegetariano de Madrid. Ya no recuerdo quién había allí además de él, Cristina García, Jesús Llorente, Víctor Lenore y Aldo Linares. Éramos gente que rondábamos la revista Spiral y otras prensas musicales del momento. Spiral había participado de la fundación del Festival, por eso tenía lógica que acudiera a nosotros tras el fracaso de la negociación con El País y en concreto El País de las Tentaciones para que fueran ellos los encargados de seguir realizando el periódico que el año pasado -un año de gloria el de 1998 para la historia del Festival de Benicàssim- había realizado Cristina García, redactora del periódico castellonense Mediterráneo, con pocos medios y pocas manos.

Fue durante esa misma comida que sacamos el nombre Fiber como cabecera. Aldo dice que fue idea suya. Yo creo que fue mía. Apuesto a que todos los comensales la recuerdan como suya. Supongo que eso es así porque debió de ser una idea colectiva que flotaba en el ambiente. Pronto nos pusimos a trabajar porque quedaba muy poco tiempo, el Festival se celebraba aquel año el 6, 7 y 8 de agosto. Tori Alimbau fue el primer diseñador. Creó una maqueta llena de cuadraditos y pastillas que costaba mucho llenar de contenido pero nos encantaba. Siempre pensamos que nos la copió, un tiempo después, un suplemento de La Voz de Galicia. El diseño de la cabecera refería a los suelos de las discotecas setenteras y de esa manera apelábamos a la semejanza de Fiber y Fever, que era algo que nos gustaba. Una de las consecuencias de llamar al periódico Fiber es que, cuando se hizo necesario encontrar un nombre para el público del Festival, tuvimos que ponerle una doble b, fibber, que era más correcto con el inglés y así nos permitía diferenciarlo. Durante un tiempo funcionó e inclusó caló en la prensa, pero como era más conocido un fibber que un Fiber, al final se popularizó llamar fiber al visitante y de esa manera perdió la b y se diluyó la identificación. Lo cual estuvo bien porque así el periódico, Fiber, ya no significaba «hacer el FIB» sino «ser parte del FIB».

Realicé el Fiber diariamente en todos los FIBs de 1999 a 2005 junto a Cristina García. Y, además, pude hacer unos cuantos números previos, más arrevistados, antes del Festival, siendo el mejor, el más especial, el de junio de 2004. Por motivos de trabajo tuve que abandonarlo y Maraworld se lo encargó a Joako Ezpeleta, quien lo dirigió entre 2006 y 2008. Este año no. Este año 2009 no lo hará ni él ni nadie, ya que ha sido cancelado por razones presupuestarias. Podría haberse repensado, podría haber mutado, yo hubiera estado feliz de hacerlo. No creo que esta decisión la haya tomado José o Miguel Morán, ya que ellos apreciaban este periódico tanto o más que las decenas de personas que pasamos por él. Como sabéis, Maraworld vendió al empresario británico Vince Power el Festival de Benicàssim. Y el Fiber, económicamente, siempre fue deficitario. Pero si los factores económicos hubiesen pesado tanto como lo hacen en 2009, no se habría hecho ninguno de los nueve años anteriores.

A pesar de que los ajustes presupuestarios han barrido con el periódico sobre el que vamos a hablar, el 27 de mayo la organización del festival comunicó que «FIB Heineken ha vendido todos los abonos de 4, 3 y 2 días; las entradas VIP y las entradas para días sueltos para su decimoquinta edición. Un ritmo de venta sin precedentes en nuestros quince años de historia ha concluido con todas las entradas vendidas a más de dos meses para que el Festival abra sus puertas, superando así los hitos de ‘Sold Out’ anteriores como los de las ediciones de 2002 y 2006″.

«Será la edición más exitosa de nuestra historia y más de 45.000 personas llenaremos el recinto de conciertos de Benicàssim», añadían. 45.000 personas que no leerán el Fiber cada mañana. Eso me hace pensar si no es un error medir el éxito cuantitativamente.

«En las primeras ediciones, todo era muy primitivo y bastante bizarro. Especialmente recuerdo como se montó un laboratorio fotográfico de blanco y negro en la primera edición del Fiber, aun no usabamos digital!! muy fuerte…» recuerda el fotógrafo Ramiro e quien en 1999 hacía fotos a la gente para la penúltima par. Lo hizo hasta el año 2003, «retrataba a mi antojo al público del festival. Era una tarea muy grata y muy divertida». A Ramiro, como a muchos otros colaboradores, les he preguntado qué les parecía lo mejor y lo peor del Fiber: «Lo mejor era la energía de hacer algo tan inmediato, ver por las mañanas tu trabajo del día anterior en manos de todos los fibers. En mi caso podía constatar las reacciones de la gente que yo había retratado. A día de hoy aun me sigo encontrando con gente que me recuerda como aquel fotógrafo-cazadador del FIB. Yo he conocido y he descubierto a mucha gente a partir de aquella experiencia. Lo peor era la poca cabida a comentarios críticos, sobre todo en las crónicas de conciertos».

El rasgo negativo más frecuente que ha quedado en la memoria de todos estos amigos es el de la autocensura. A muchos de ellos les pedí que se sumaran al equipo llegando de los fanzines o la prensa musical y todos venían con la misma pregunta: ¿podré decir lo que quiera? La respuesta era invariable: «es el periódico del festival». José Morán siempre me decía «no nos tiremos piedras contra nuestro propio tejado». Y a veces me lo decía muy enfadado ya que en alguna ocasión relajábamos la escritura y cargábamos las tintas. Era inevitable, en la redacción pensábamos que no podíamos tratar a la gente como tonta, que seríamos más apreciados si contábamos lo que era evidente y que, sobre todo, un mal concierto de un grupo es culpa del grupo, no del Festival. Nos alejamos de la loa siempre e intentamos ser más cronistas que críticos. Job Ledesma, a quien invité a trabajar en el Fiber tras conocerle en Tenerife, no va a olvidar nunca «cuando los Morán me quisieron asesinar por la crónica de Keane, que insisto en que es un grupo que encima me gusta». Aquella reseña negativa de un cabeza de cartel me costó una buena bronca. Pero, sinceramente, esta es la única que recuerdo, en relación a la línea editorial, durante seis años.

«Aunque el Fiber era el medio oficial del festival, algo más de libertad crítica hubiera sido deseable. No pasa nada porque una banda de un mal concierto y se reconozca: después de todo, eso es algo que el festival no puede llegar a controlar, y la capacidad de autocrítica es una virtud, no un defecto», escribe en su respuesta Vidal Romero, una pieza clave en el Fiber para poder contar bien contada la letra pequeña del cartel del Festival, cuando éste acogía propuestas arriesgadas, directos y showcases de sellos electrónicos en el Chill Out, una programación que debemos en gran medida al empeño de Cocó Ciëlo: «el hecho de escribir sobre artistas de segunda fila dentro de la programación del festival, me permitía establecer una cierta distancia crítica. Todos los días, cuando me cruzaba con Joan Vich, me recordaba que él SÍ leía todas las crónicas de los conciertos, y que el día que los Morán se decidieran a leer algo más que las crónicas de los cabezas de cartel, me pondrían de patitas en la calle. Yo prefiero pensar que sí se las leían y se echaban unas risas, aunque esto no me lo ha confirmado ni desmentido nadie nunca… ¿Elena?». Carlos Revillo también recuerda como negativo «el no poder haberme quedado realmente agusto con mi opinión sobre algún concierto, los malabares que teníamos que hacer algunos para darle palos a los grupos sin que se nos notase» y para Víctor Lenore «lo peor eran las crónicas de conciertos. Al ser el Fiber un medio corporativo los redactores no podían ser honestos en sus valoraciones, algo que notaban todos los lectores». Pero Octavi Botana, que pasó tres años, los tres últimos, como coordinador de redacción, recuerda como lo mejor «la libre opinión de sus redactores. Durante los años que he estado no ha habido ningún tipo de sugerencia de cambio de reseña, ni por supuesto censura ni nada parecido». David Hernández, periodista de Castellón que gracias a su extrema profesionalidad y responsabilidad conseguía sacar, durante bastantes años, todos los contenidos extramusicales él solito, también apunta como malo «encontrar alguna crítica favorable o aséptica de un concierto que a todas luces había sido malo de narices», pero no sólo eso, sino también «el ‘¿ya lo tienes, verdad?’ de Elena o Cristina cuando todavía iba por mitad de artículo. Los cuelgues con 35 grados a la sombra de algunos actores del Festival de Cortos. La poca comunicación entre nosotros que permitía el ritmo desenfrenado de la redacción. Ver al día siguiente que un artículo de extramusicales había caído a última hora. Ver el Fiber de días atrasados en fardos amontonados por la zona de prensa, en campings y accesos al recinto. El aire acondicionado a todo trapo en la redacción a partir de ciertas horas».

Era complicadísimo atinar con la distribución. A veces sobraban y otras faltaban. A mí me faltan ejemplares, aunque fuera uno, de alguno de los años. Recuerdo una mañana, no sé de qué año, que al cierre me fui a la rotativa de Mediterráneo, donde se tiraba el periódico, esperar a que cargara la furgoneta y hacerme el reparto con él para saber dónde estábamos fallando. Cuando acabó el reparto en el recinto me bajé, entre en la redacción y comencé a preparar el Fiber del día siguiente. No hubo descanso entre esos dos días.

Uno de mis fichajes estrella fue el resistente y siempre optimista Íñigo de Amescua: «Lo mejor fue el punto de locura y la libertad casi total de la que disfruté, el rollo que había entre todos los que trabajábamos y el producto en si, tan divertido. Lo peor los nervios, las prisas y el poco dormir». Lo peor era el estrés y el cansancio acumulado. Recuerdo a Araceli Segura, que formó parte de la primera redacción del Fiber maquetando junto a Tori, dejando caer su cabeza sobre el teclado, dejando escapar un «no puedo más»: «Lo peor -dice Araceli- fue que dos años no puede ver ni un grupo de los que tocaron. También me salieron canas del estrés (realmente era MUY estresante, flipo que el primer año saliera cada ejemplar a su hora… llevando los zips en taxi a Castellón y esas cosas…)». Diego Ríos, quien también trajo simpatía, fútbol y buen hacer fanzinero recuerda «Las prisas, los nervios, las risas, las entrevistas de última hora, Elena, Cristina, el concierto de Low, el ‘hoy no entregamos, no nos da tiempo'». Con la hora del cierre lamiéndonos las chancletas comenzábamos a hacer bromas delirantes en plan «bueno, pues para entregar tarde mejor pasamos, vámonos a dormir» y era una tontería pero nos partíamos de risa, con el sol pegando ya sobre la carpa de prensa en la que trabajábamos. Aldo Linares, que se quedaba siempre hasta el último misnuto, ayudando en lo que fuera aunque él hubiese cumplido con sus críticas también recuerda como lo peor «ver salir el sol faltando bastante para acabar el número correspondiente a esa fecha». Y Cristina también se acuerda de eso: «lo peor, los horarios febriles, el ‘no salimos’, la autocrítica frenada cada dia, y no poder ver conciertos enteros».

Había que ir rápido, muy rápido. Y cuando un redactor escribía tan lentamente con Ferran Llauradó me desesperaba, pero luego lo hacía tan bonito y siempre hacía algo que lo compensaba: «Lo peor: y lo digo en serio, que siempre te desmayabas el domingo, se sufría mucho», me dice. Ferran y Aldo escribieron varios textos mano a mano que a mí me despertaba el peor de os temores, cuando les veía riéndose delante del mismo monitor y el mismo teclado. «Artículos bizarros con Aldo», los llama Ferran, quien también recuerda como cosas bizarras «cuando nos poníamos las sábanas, jugar a fútbol con Stuart Murdoch, verte leer las críticas de Toni con cara de susto, conocer a Sonali». Las sábanas nos las poníamos porque nos moríamos de frío cuando el aire acondicionado seguía funcionando a las cinco de la mañana y nadie sabía apagarlo. Sobre el fútbol, Joan Vich recuerda como su aportación «el soplo del partido informal que derivó en el partido oficial que desde entonces se celebra cada año».

¿Queréis momentos de bizarros? De esos sí que teníamos muchos. La mayoría se habrán perdido en el olvido pero la memoria del Fiber recuerda algunos. Para el ilustrador y diseñador Álvaro Valiño, que realizó las mejores portadas ilustradas del periódico, escribe: «el año que tocó Pulp hice una ilustración para la portada del Fiber de ese día. Por la noche, tras la actuación, andaba nervioso por el backstage con un par de Fibers en la mano buscando con la mirada a Jarvis Cocker. Cuando lo vi salté a su encuentro y le pedí que me autografiase la portada. Torpe de mi no llevaba boli encima, Jarvis y sus acompañantes tampoco. Me respondión: «I’ll touch it». Y la tocó con una mano corva que parecía la garra de una rapaz». A Íñigo lo más extraño le parecían los «periodistas desaparecidos en medio de la noche» y a su compañero Job «estar hasta las cejas e intentar hacer una crónica coherente del último concierto de la noche en el escenario verde, que siempre me tocaba a mí. Y cuando apareció Hedi Slimane por la Redacción que, poco cool de mí, no sabía quién era y me vacilé de él hasta que vi que Íñigo de Amescua empezaba a bizquear. Bueno, y luego está el affaire Irene Tremblay, pero eso que lo cuenten Carmona y Caballero que tienen más gracia (qué año aquel, chicos)». Breixo Harguindey, que estuvo sólo un año, conserva como su momento bizarro «el recordar a Job tarareando a mi lado: ‘words, don’t come easy to me'». Carmona y Caballero merecen un comentario. Estas dos locazas sevillanas tuvieron su momento de gloria en la escena y no me quedó más remedio que invitarlas al Fiber, después de mucha presión. Abandonaron su ático en la calle Castilla y viajaron a Benicàssim para hacer algo de crónica rosa con un estilo que desconcertaba a los que no les conocían. Aparecen una y otra vez en los recuerdos del equipo.

«Tengo demasiados recuerdos bizarros», dice Diego. «Los fantasmas de la redacción que se nos aparecían con sus sábanas todas las noches sobre las 5, la llegada diaria de la cena, las cabezadas de todos, Carmona y Caballero bizarros ellos, la presentadora de MTV preguntándome quiénes eran Mercury Rev…». Aldo dice que para él lo bizarro era «compartir sondeos sociológicos con Ferrán Llauradó y Guillermo Z. Del Águila». Para Vidal, «posiblemente aquella vez que Thomas Morr me persiguió alrededor de la mesa de la redacción con un Fiber enrrollado en la mano, tras haber escrito en el número anterior que sus pintas eran clavadas a las del abuelito de Heidi. O cuando entrevisté al dueño de Staubgold y a sus artistas, mientras tomaban un baño en pelotas en la piscina del backstage. O aquella vez que, a cuenta de una desbandada general en la redacción, me tocó cubrir tres escenarios a la vez. Menos mal que me tropecé con Pepe Verde. Ejem. También todo lo relacionado con Carmona y Caballero, claro. Y mi charla diaria con Joan Vich». ¿Y para Tori Alimbau? Esta es buena y quizás clarifique algún episodio oscuro: «Poner laxante en la comida de ciertos periodistas».

Óscar L. Tejeda firmó muchas de las portadas fotográficas del Fiber, ya que siempre fue él encargado de cubrir el escenario más grande. Su momento raro tiene que ver con otra fotógrafa: «Cristina García Rodero (a sus pies!!) preguntando cómo se utilizaba el flash que llevaba… Anterior a esta época: el reparto de comida… y es que las necesidades básicas pueden con cualquiera». De las cenas también se acuerdan todos. Las hacíamos en el centro de la redacción, parando sólo un ratito. La solíamos encargar a un restaurante navarro de Benicàssim y nos la regaba siempre con un fresco vino rosado… Para David las cosas extrañas sucedían siempre a altas horas de la madrugada: «los momentos delirantes en la redacción a partir de las 4.00-5.00: Cristina colocando una especie de iconos puramente decorativos en la cabecera de las páginas cuando ya era de día, llegar bolinga a la redacción para recoger mis cosas cuando el recinto estaba a punto de chapar y encontrarme a Cristina y Elena currando acurrucadas debajo de unas toallas, con su tez blanco nuclear y el pantallazo en toda la cara, personal pegando cabezadas sentado delante del ordenador, otros mirando hipnotizados la retransmisión de algún concierto o comiendo a deshoras…». Se ve que aquellas sábanas blancas se quedaron grabadas a fuego… Cristina también las recuerda: «Los fantasmas de las 5, las cenas, algunos grandes días, personalizados pero que todos recordais –sobre todo tú, Elena– en los que hacer de poli malo o poli peor, y trabajar un año, el 2007, con ‘otro’ equipo, que ni era equipo ni era nada».

Seguimos con el bizarrismo. A Marcelo Panozzo -gran escritor, gran periodista, gran amigo- sólo le pudimos tener un año pues vive en Buenos Aires. Hizo una columna diaria y… «me dicen que en el momento en el que me encontraba en estado de altísimo autismo, escribiendo sobre Pet Shop Boys, el señor Neil Tennant espiaba la pantalla con el artículo por encima de mi hombro. No puedo decir que sea cierto; estaba de espaldas». Yo también recuerdo como momentos especiales algunas visitas de artistas. Por ejemplo, la tarde en la que Aldo trajo a Sune Rose Wagner y me lo presentó, pero yo vestía, precisamente, una camiseta de Raveonettes y me dio toda la vergüenza del mundo; para calmarme, el me dijo que le hacía ilusión. O cuando Brian Molko utilizó nuestra salida trasera y una máquina de expeler aire acondicionado caliente le revolvió el pelo y se puso todo loco a gritar. Más sobre artistas, estas de parte de Octavi: «No tengo muchos recuerdos bizarros, realmente. Quizá Doherty escribiendo algo ininteligible en la pizarra vileda gigante que tuvimos el primer año (y buscando red bulls en nuestra nevera). Quizá Amy Winehouse asustada en el set de fotografía mientras le explicábamos que su foto saldría en el editorial del día siguiente. Miró a su mánager, éste le dijo «OK», y ella me miró y dijo «Ok, wicked». Poco más, no ha habido locuras extremas, sí mucha diversión, muchos cubatas a últimas horas, algún que otro grito… lo habitual, vamos».

Siempre he dicho que nunca habría tenido seguridad sobre el Fiber que estábamos haciendo sino fuera porque contaba con Guillermo Z. del Águila en el equipo, ese con el que Aldo hacía sus sondeos. Si un año Guillermo me dejaba caer que podía causar baja a mí me salían algunas de las canas de las que hablaba Araceli. Estos son sus… «recuerdos bizarros… la primera vez que llegó una super-promocionera de una multi (siendo de provincias, las he tratado poco) con sus formas usuales: me dijo cariñín e incluso me acarició la espalda en zonas inusuales, no sabía si llevármela al sofá (erm… esa es otra historia) o regalarle una piruleta. Al final me dio la risa y se me ocurrió parodiarla sin recordar que las paredes oían. También tenía risa espiar al del NME, un pardillo que se pasaba el día comiéndose los mocos (figuradamente) pero luego cuando escribía sus «andanzas» se pintaba como el rey del mambo. Algo surreal generé yo intentando salir al paso del marrón de escribir un previo de Muse (tan indiferentes me resultaban entonces como ahora): me había topado con una fan (de ellos) con pase de prensa que me abordó camino del backstage porque quería volver a verlos. Como su historia olía a jugo, le di voz. Al final era cierto que los conocía, pero el jugo no tenía el olor a hormonas que parecía (ni para ellos ni para mí). Siguiendo con el jugo, tuvo risa cuando ya cumplida la faena en el momento de la retirada (o sea, consciencia como mínimo agotada y probablemente alterada) me dio por ofrecerle la oportunidad de retratarse a una colaboradora algo lenguaraz y provocadora que se había pasado el festival presumiendo de sexual y ya había insinuado varias veces que los fibbers eran asexuados y ese rollo. Menos mal que reculó ante mi farol «out of the blue» (por copiarle el estilo a la susodicha) y se hizo la sueca colorada porque a mí ya me esperaban… Pero para bizarro, los bizarros. Y no hace falta decir más».

El backstage, las entrañas, la zona de prensa, el contacto con los artistas, sentirse parte de algo tan grande y que genera tanta ilusión… eso es lo que nos hacía sentirnos tan especiales. «La posibilidad de vivir el festival desde dentro y de ser parte de esa estructura, o sea, de hacer el FIB con nuestra pequeña aportación» (Job Ledesma). «Informar en el auténtico sentido de la palabra viviendo el festival desde dentro (cosa de privilegiados)» (Juan Antonio Álvarez, rediseñó la maqueta de Tori y trabajo en la zanja del FIB durante varios años). «Creo que lo mejor del FIBER era el sentido de comunión con sus lectores, incluso en la crítica a sus defectos» (Breixo Harguindey). «Lo mejor era tenerlo cada día, o ver a muchas personas leyéndolo, o consultarlo uno mismo, o preferir leerlo antes que ver el show de Franz Ferdinand, o estar, simplemente, en el cierre, cada noche» (Marcelo Panozzo). «Ver a la gente que lo llevaba doblado en el bolsillo de atrás del pantalón. Permitirme conocer el festival por dentro, el lujo de poder hablar con ídolos como William Reid o Norman Blake y de trabajar con gente que me encanta cómo escribe y fotografía» (David Hernández). «El Fiber es uno de las pocas maneras que todavía le quedaban al FIB de conectar con su pasado y con su espíritu original» (Guillermo Z.).

Motivos por los que debería seguir existiendo Fiber

  • Duró lo que tenía que durar, todo tiene su ciclo. Fue un periodo bonito en el que se juntó gente muy válida y que luego ha acabado haciendo cosas muy interesantes. Fue algo justo en el momento adecuado y con la gente necesaria (Aldo Linares).
  • Mantiene informado al público y diferencia al FIB de otros festivales ya que crea un interesante vínculo entre la organización, el festival y los asistentes. Además de promueve el trabajo de jóvenes comunicadores y creativos (Álvaro Valiño).
  • Debería seguir existiendo para salvar el festival y ayudar a que Benicàssim no sea el nuevo Lloret de Mar, algo que me empieza a preocupar. En realidad debería seguir existiendo simplemente porque todo el mundo lo leía (Araceli Segura).
  • No se me ocurren motivos para cerrarlo a pesar del armagedon de la prensa en papel. Debería continuar, quizás en formato electrónico. Es una pérdida (Breixo Harguindey).
  • No sé de otros festivales que lo hagan. Recuerdo amigos que me sacaban de la cama del «hotel» para que les guardase números… (Carlos Revillo).
  • En ese formato, muy pocos. Creo que el papel, aunque para los periodistas de prensa es vital que siga existiendo, para este tipo de cosas tiene que ir a menos. Pero el Fiber como tal no deberia perderse, en digital, en el movil, o buscar otro medio, aunque los más románticos prefiramos guardarlo cada año, y ya irían ¿10? (Cristina García).
  • Un motivo por el que debería seguir existiendo. Uno no, tres. Por la información de servicio que ofrecía a los asistentes al festival: entrevistas, crónicas, reportajes, cambios de horarios y/o escenarios… Algo que, teniendo en cuenta que la mayoría duerme en campings y no tiene internet en el móvil, todavía no puede sustituir una web durante los días del festival. Aunque quizás en un par de ediciones sí que sería ya prescindible la edición de papel a esos efectos. También por lo que han dicho algunos compañeros: por el fetichismo y la singularidad. Y un último motivo: por no ser tan previsible de cargarse un servicio útil y económicamente asumible -en comparación con otros gastos del festival -con la puta excusa de la crisis (David Hernández).
  • Debería seguir existiendo por los fibers haciendo cola en el camping para coger el último número, por la ilusión de la gente que guarda todos los números, por los abuelos leyendo la crítica de The Cure en la playa, y porque es un elemento diferencial con otros festivales que hacía al FIB especial (Diego Ríos).
  • Porque cuando te estás comiendo la pizza al día siguiente mola leerlo, además entre conciertos etc también. Y si quieres porque es guay que haya un medio que cuente lo que sucede entre bambalinas etc… (Ferran Llauradó).
  • Porque lo echaré de menos cada mañana en el hall del hotel (Joan Vich).
  • Primero porque existía, segundo porque los fibers se están empezando a cansar de que el FIB pierda elementos de valor añadido, tercero porque era un recuerdo para todos los que acudían al festival y se llevaban sus fotos y sus crónicas, cuarto porque era un verdadero logro logístico y periodístico, quinto por vernos, sexto porque me permitía ir al FIB como un señor (egoísta que soy), séptimo porque dejar de hacer cosas bonitas que hacías es de vagos y de aburridos, octavo porque es más fácil buscar soluciones que borrar por borrar, noveno porque me permitió conocer a tanta gente graciosa y a tanto bicho raro (Job Ledesma).
  • Por la música y sus autores, los músicos (Juan Antonio Álvarez).
  • Por que es consustancial al FIB, es un rasgo personal, un valor único y por que es vital para enterarse de lo que pasa alrededor del Festival (Íñigo de Amescua).
  • Sólo algún tipo de estrechez (o varios tipos funcionando a la vez) puede determinar su cierre. Iba a decir que «no hay motivo» para cancelarlo, pero sí lo hay, cogonmimanto, siempre lo hay (Marcelo Panozzo).
  • Por mantener unido a un equipo de redacción consolidado y cachondo. No, en serio, porque los Fibers lo merecen, porque el Fiber es algo tan natural como el Hotel Orange, como dormir en la playa, como quemarse la espalda, como comerse un choripán a la salida, como brincar en primera fila del Escenario Verde. A veces ocurre que uno no sabe hasta qué punto su trabajo es válido; y luego estás por ahí y escuchas a dos chavalitas algo sobre la crítica que han leído en el Fiber (…que si tal, que si cual…) y entonces eres feliz durante unos segundos. Sólo por eso (y sé que es topicazo del periodismo) ya vale la pena. Bueno, y que te envuelvan el bocata de chopped con el diario. Eso también mola 🙂 (Octavio Botana).
  • «TODO EL MUNDO QUIERE UNO» (Óscar L. Tejeda).
  • Porque al publico de un festival de música le interesa leer las crónicas del festival, contrastar las críticas, ver las fotos… (Ramiro e).
  • Que lo queráis seguir haciendo. Con eso basta (Roger Roca).
  • Si aún existiera nadie tendría nostalgia (Tori Alimbau).
  • Me cuesta aceptar la premisa de la pregunta. Veo más sensato pensar al revés. El papel sale de un ser vivo tan bonito cómo las árboles.  Deberíamos usar otro enfoque: ¿ tan útil es este medio como para recortar un bosque? (Víctor Lenore).
  • Hace tres años que no voy por el festival (una mezcla de pereza, fechas complicadas y desinterés por el cartel), pero la última vez el público extranjero ya superaba con creces al español, así que no sé hasta qué punto tiene sentido que el Fiber siga existiendo. El Fiber pertenece a una época en la que el indie en España era (o pretendía ser) más inocente, en la que el FIB era EL festival, y en la que internet no tenía tanta potencia como ahora mismo (¿o es que alguien recuerda blogs con descarga directa en 2005?). Hoy la realidad es otra: cualquier indie de a pie va por el recinto con un iPhone, saca una foto o un vídeo del concierto que le está gustando, se informa en cualquier blog del artista desconocido que está sonando en tal o cual escenario y sube toda esta información sobre la marcha a su
    flickr, su Twitter o su Facebook. Además, el público también tiene una mayor cultura musical (sustentada sobre pies de barro, de acuerdo, pero más amplia) y tiene menos necesidad de una guía de uso y disfrute del festival. Así que, de seguir existiendo, debería de convertirse en algo más abierto y relacionado con la web: por ejemplo, un site que se actualizara con entrevistas grabadas sobre la marcha, con contenidos exclusivos, realizados durante el festival, y que dispusiera de foros para que el público expresara su opinión. El papel, por mucho que nos pese, ha dejado de tener sentido (Vidal Romero).

Para realizar este artículo he mandado un cuestionario de cuatro preguntas a los colaboradores de Fiber que he podido localizar. Merece mucho la pena leer las respuestas completas porque algunas son estupendas y muy divertidas. Para ello las he reunido todas aquí, para que puedas seguir leyendo, ¡si no has tenido suficiente!

Pasado mañana comienza la decimoquinta edición del Festival Internacional de Benicàssim, y para allá vamos. Puedes seguir el día a día del festival en live.fiberfib.com.