La muerte de un diario achica el mundo

Cuando estaba estudiando periodismo en la facultad, el 4 de octubre de 1993, unos periodistas del diario Ya vinieron a nuestra clase. Nos hablaron de la historia del periódico durante los anteriores 58 años y de lo que era el tema en aquel momento: el periódico estaba en suspensión de pagos. Vinieron a la clase de Redacción Periodística I (que nos daba José Luis Martínez Albertos) a tirar flotadores mientras se hundía el Titanic, o al menos así lo recuerdo.

Allí estaban, en la tarima del profesor, el director Rogelio Rodríguez (quien años después sería director de Colpisa y dircom del Ministerio de Justicia), el exdirector Alejandro Fernández Pombo (que murió en 2013 a los 83 años tras haber dirigido también la Asociación de la Prensa de Madrid) y dos miembros del Comité de Empresa: el presidente, Miguel Revuelta, y el secretario, Fernando Ruiz. Sé tantos detalles porque hasta hoy he conservado mis notas de aquel día así como algunos recortes.

Fernández Pombo hizo de abuelo cebolleta, ya en aquel momento, recordando que el Ya había surgido del diario católico El Debate, el cual había sido dirigido por el periodista-cardenal Herrera Oria. El Debate era «demasiado político» —nos dijeron— y de ahí surge Ya como «un periódico para todo el mundo», con especial atención a los deportes y al cine. Una disposición del Gobierno impide que se puedan hacer los dos periódicos a la vez, así que la Editorial Católica, propietaria de ambos, decide cerrar El Debate y quedarse con el periódico de la tarde —salía a las ocho—, que pronto pasaría a salir por la mañana.

Nos habló también Fernández Pombo de cómo el Ya era un periódico, que dentro de su posición conservadora y católica, hacían cosas arriesgadas, como mandar a corresponsales durante la Segunda Guerra Mundial para cubrir la versión de los aliados, tomar partido por el Concilio Vaticano II o ser el primer periódico que dejó de llamar «Caudillo» a Franco.

En aquel momento el Comité de Empresa estaba en pie de guerra para impedir la desaparición de este diario fundado en 1935. Y eso significaba no solo ir a la facultad a dar charlas sino, lo que me parecía subversivo, entonces y ahora, ser capaces de colar mensajes en las propias hojas del diario. «es la primera vez que un medio de comunicación pretende destruir a otro», dijo Miguel Revuelta, según recogió la noticia de aquella visita el 5 de noviembre de 1993 en el propio diario Ya. Las dagas iban contra Antonio Asensio.

Javier de Godó, presidente de Antena 3, había comprado el periódico dos años atrás, pero en 1992 Antonio Asensio (Grupo Zeta) se convirtió en presidente del canal y le metió una reforma radical con el objeto de modernizarla, quitarle caspa (aunque él le pondría otro tipo de caspa) y rentabilizarla. Antena 3 quería un grupo multimedia y por eso había comprado, barato, el Ya. Pero Aensio lo vendió aún más barato: por una peseta a los mexicanos. Nuestros visitantes estaban muy dolidos por ello. Fue Editoriales del Sur, el grupo de méxico, el que decidió la suspensión de pagos.

Aunque no cobraban, os trabjadores del diario seguían yendo a trabajar y sacaban el periódico cada día porque, como nos decían «lo consideraban viable». El escenario que nos describieron era de «toma del periódico». La empresa lo estaba dejando morir con la idea de desmantelarlo, de manera que la dirección y los trabajadores se ocupan de él, y por eso aparecían esas columnas en la contraportada que eran pura lucha sindical. Dijeron que querían ponerle una «querella criminal» a Asensio y que con el dinero de las ventas y la publicidad podían pagar el papel y la luz para seguir adelante. Se despidieron pidiéndonos que nos afiliaramos a un sindicato y que compráramos el Ya todos los días.

He olvidado casi todo lo que me enseñaron en la carrera (exagero, pero) pero se me quedó enganchado a la memoria algo que quedó en el aire cuando los compañeros del Ya se fueron: que la cosa estaba chunga y que lo estaría aún más para nosotros, pero que el periodismo era también, o era sobre todo, pelearse contra los propietarios y resistir cada día haciendo tu trabajo lo mejor que sepas. Las sillas no son para siempre. Ni los periódicos. Posteriormente me llegó una clase práctica de esto mismo. En la hoja me apunté un entrecomillado más: «un contrato no debe ser la mordaza de un comunicador».