El género de maquillaje, transgresión, piano y alcohol regresa envueltro en otros aires y otros escenarios, como los que pisa la nu-cabaretera Erika Stucky
Como muchos otros antros de perversión y disfrute social, los cabarés -bares con escenario- han desaparecido. Pero el género surgido de ese tipo de local ha sobrevivido, mutando.
Del ejemplo extraído del cabaré anterior a la Segunda Guerra Mundial se venden, en nuestros días, los revisionistas géneros dark cabaret y nu-cabaret. Quizá no tengan nada de nuevo, ni son tan oscuros como los café-teatro de fiera crítica política, travestismo y destape; pero la confluencia con la música ha ayudado a salvar su estética y su nombre del olvido o, lo que es peor, del producto de musical para la Gran Vía.
«Yo no hago cabaré político, no sé qué significado tiene en España la palabra cabaré y por eso me preocupa que la gente se confunda. Yo soy un músico, no un político. Soy una comediante, una mujer que hace espectáculo, soy una actriz», dice acotando el terreno la nu-cabaretista Erika Stucky, de visita a España para actuar el viernes 19 de septiembre en Madrid y el 18 de octubre en Barcelona.
El cabaré es un espacio de permisividad, de creación de transgresión que muchos artistas utilizan no para realizar una lucha política sino contar una historia personal, hacer su propia revolución íntima. Por eso, personajes controvertidos como la transexual Baby Dee (arpista y acordeonista de Current 93) o sus amigos neoyorquinos Little Annie y Antony Hegarty utilizan la complicidad del piano y el pequeño escenario de maderas crujientes para desnudar una vida complicada.
Stucky lo ve de una manera muy parecida: «La emoción que más predomina en mi show es el juego. Sacar la niña que fui y, a pesar de ello, seguir siendo una mujer. Interactuar con mis dos almas, mis dos vidas. E intentar ser yo misma».
Un artista abraza el cabaré con intención de contar una historia, difícilmente creíble en otro contexto. El grupo Tiger Lillies es un experto en combinar fantasía con sentimientos extremos y con ellos se identifica, muy cercanamente, Erika Stucky, «por la manera que tienen de combinar música y cabaré».
¿Qué es nuevo que no sea viejo?
Hablan de «nu» (es decir, new, nuevo) pero ¿qué encontramos en mujeres como la Stucky, la expresivista Nora Keyes, Jill Tracy o Emilie Autumn (ex violinista de Courtney Love)?
«Es una pregunta altamente filosófica -explica Erika. -En mi caso personal, creo que nuevo es la combinación de lo que he hecho con mi propia biografía. Yo nací en San Francisco, con los año 60 y el flower power pero luego me trasladé a Suiza y por tanto mi vida es una mezcla de ambos estilos. Entiendo que es un caso como el de Jimmy Hendrix, una contribución de dos cosas viejas que forman algo único. Lo nuevo es mi biografia, mi propia historia».
El grupo americano The Dresden Dolls afirman hacer «cabaré punk brechtiano»; amantes del teatro, el disfraz y la provocación estética, su popularidad ha llamado la atención sobre la recuperación de las costumbres cabareteras. Así como DeVotchKa, que llamaron la atención al formar parte de la banda sonora de Pequeña Miss Sunshine. Esperando un golpe de suerte como los anteriores se encuentran los exquisitos californianos Cinema Strange y un proyecto paralelo, The Deadfly Ensemble.
Si en algo están de acuerdo todos es en no renegar de Bertold Brecht y Kurt Weill como padre y madre del cabaré clásico. Brecht es creador del teatro político de alienación. Devolvió la música y las canciones al teatro para poder usarlo como elementos irónicos, chocantes y crear emociones inesperadas. Las operas de Weill durante los años 20 marcaron la armonía de este tipo de canción.
El uso de elementos de apoyo también le viene a Erika Stucky como anillo al dedo: «utilizo super 8 en mi show, igual que Tom Waits, con quien me identifico mucho y también entiendo que hace este tipo de cabaré». La artista no tema a la desconexión con un público que hable otro idioma, existe, para ella, un lenguaje universal que denomina el ou oue ou. «Lo mejor de los ou oue ou es que no corresponden a ningún pueblo, son internacionales». Un «oue» bien gritado sobre un escenario conmociona a cualquiera. «no sé si el humor es internacional, pero creo que las emociones sí lo son. Tienes que ser honesto y, entonces, te entenderán. La honestidad sí es internacional, no entiende de lenguajes ni de pasaportes».
Elena Cabrea. CC. Publicado en ADN.es el 19 de septiembre de 2008.