Todos estos años que venimos cumpliendo desde el año 2000 son de supervivencia. Al ir a fechar un documento me he sorprendido escribiendo un 13 al final del año. Quiere decir que ya son 13 años sobreviviendo de más. Si a nosotros, los jóvenes finiseculares no nos hubieran inculcado nuestros mayores esa fascinación y mito por el año 2000 y sus tintes apocalípticos, nos hubiera sido más fácil seguir viviendo, en lugar de sobreviviendo.
En las dos últimas décadas del siglo pasado todo tipo de productos se llamaban 2000. Una inmobiliaria, un modelo de zapatilla, un vagón de metro, una papelería, una catástrofe informática. El Futuro se llamaba 2000. Y, tras 2000, no había nada, 2001 era una película antigua, no existía más allá.
Quizás motivada por la intuición de estar llegando al borde, me mudé a otra ciudad en 1999. Pero regresé a Madrid en 2000, cuando el peligro del fin del mundo parecía haberse superado. Como si el apocalipsis sólo pudiera suceder en Madrid.
Dicen que esta tarde lloverá.