As pedras

Longa noite Eloy Enciso

El pasado domingo 8 de diciembre, Numax Distribución me invitó a presentar la nueva película de Eloy Enciso, Longa noite, antes de su proyección en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes.

 “Longa noite de pedra” se decía en mi casa sin que yo supiera qué significaba. Algo melancólico o algo oscuro, yo pensaba.

En mi familia no hubo exilios pero sí emigraciones, más o menos distantes. Algunas solo de ida. Siempre económicas o de conveniencia, nunca fueron políticas. En el caso de mi madre su viaje migrante partió de A Coruña y no llegó más lejos de Madrid. Sin embargo, este viaje dibujó una frontera más cultural que geográfica, menos permeable que un Océano Atlántico, más distante incluso de las que impusieron sus hermanas que se fueron a Suiza o a Inglaterra.

Mi madre decía cosas que yo estaba dejando de entender, como si en una sola vida, en una sola infancia, cupieran varias generaciones y por tanto mucho olvido. Como olvidando con prisas. Con ganas. O quizás es que una solo generación basta para olvidar si no se quiere recordar.

Dicen James D. Fernández y Luis Argeo, los comisarios de una exposición que podremos ver a partir del 23 de enero en Conde Duque, titulada Emigrantes invisibles, sobre la diáspora española en Estados Unidos, que la memoria no solo sufre lagunas sino también distorsiones. Estas distorsiones podrían ser banales, como la seguridad con la que un nieto de un expatriado asegura que la paella se hace estofada, o políticas, como la de aquella mujer estadounidense que enseña una figura de bronce que dice ser un amuleto traído de España por su padre en 1927, cuando en realidad es un més petit de tots, una estatuilla acuñada en Cataluña durante la Guerra Civil Española, para recaudar fondos para la República.

En mi casa, si yo tardaba mucho en recoger la mesa o levantarme de la cama, mi madre me decía “non esperes moito que vaste meter na noite”. Pero algunas veces, supongo que arrastrada por la sonoridad de la palabra, añadía como para sí: “na longa noite de pedra”. Yo no sabía a qué se refería y creo que ella tampoco. Yo creo que lo decía no por decir algo, sino por rellenar un hueco, o un silencio.

Un hueco, que es de lo que me parece que va esto.

Hay unos huecos de ausencia que no son de las lagunas ni de las distorsiones. Son unos huecos de la memoria que existen aunque estén vacíos.

El antropólogo Francisco Ferrándiz me hizo reflexionar sobre el hueco que deja una fosa exhumada. Quizá no es un hueco en la tierra pero es un hueco en la memoria. Se parece a la habitación en la que vivía un familiar muerto en una casa que sigue siendo habitada por el resto de la familia. La persona muere, quizá un abuelo o un hijo, la habitación se vacía y la puerta se cierra, quizás para no abrirla mucho. La habitación deja de usarse y se genera un hueco en la casa. Se genera, también, un hueco en la memoria.

La tierra que rodea la fosa exhumada es esa casa habitada. Me dijo el antropólogo que, siendo legítimo que las familias exijan exhumaciones para recuperar los cuerpos de sus antepasados asesinados y desaparecidos, aún así, dijo, quizá no deberíamos olvidar que la tierra en la que se cavaron esas fosas y que generaron una comunidad de muerte, tiene un significado también que no conviene olvidar y que por tanto habría que memorializar. Una memoria de los espacios vacíos, de los huecos, igual que hacemos una memoria de los espacios llenos.

En la memoria, en la memoria histórica, esos huecos y habitaciones vaciadas toman forma de manuscritos de recuerdos, de autobiografías, que existen en una abundancia que no podemos cuantificar ya que en gran medida están aún por aflorar.

Muchos de esos manuscritos se han perdido y otros muchos ha sido destruidos. Pero hay otros que han sido preservados y que están ahí esperando ser publicados. Se están haciendo ediciones pagadas por ayuntamientos, diputaciones y asociaciones que no garantizan la accesibilidad de esas memorias en el futuro.

También temo por aquellas que nunca podamos leer. La semana pasada tuve conocimiento de un escrito realizado por un vecino de Majadahonda que recogió la represión vivida en ese pueblo. Y quizá nunca podamos leerlo. Creo que este miedo a lo que desaparece, al silencio, al olvido, es a pedra de la que hablaba Celso Emilio Ferreiro en su poema Longa noite de pedra. De pedra son as tebras, las tinieblas. De pedra son as olladas, las miradas. De pedra son os corazós dos homes que ao lonxe espreitan, los corazones de los hombres que acechan a lo lejos. Y así pienso a mi madre, un poco también de piedra, fabricando olvido.

Hacemos esfuerzos por llenar esos huecos de muchas maneras. ¿Cómo llenamos lo vaciado, lo silenciado, lo desconocido? En gran medida lo hacemos con la ficción. Como soy periodista, aceptar que la ficción es una herramienta adecuada para rellenar esas ausencias me costó un rato. Poco a poco voy aceptando que existe, que es posible, una ficción honesta que ayuda a calmar nuestras pesadillas y nuestros remordimientos. La ficción nos ayuda a digerir el conflicto y lo complejo, a lamer la herida.“La memoria es una construcción mítica de la realidad” dice Eloy Enciso, cuyo cine habla en los huecos que dejan las fronteras, as raias, los viajes y los exilios. Abrir una fosa, rodar una película como esta, ilumina unos huecos que cada uno y cada una rellena como puede.