El bulo de La Pasionaria

Dolores Ibárruri haciendo uso de la palabra el 16 de junio de 1936 en el Congreso de los Diputados. Foto / EFE

Lectura del post (para los ciegos, para los que no tienen tiempo para pararse a leer o prefieren escuchar mientras hacen otra cosa):


En tiempos en los que no había cámaras de televisión, la retirada de unas palabras del Diario de Sesiones del Congreso generó un bulo que se perpetuó durante años. Tras el asesinato del diputado (y ministro en la Dictadura de Primo de Rivera) de ultraderecha (por entendernos, en realidad era un monárquico que no le hacía ascos al fascismo) José Calvo Sotelo el 12 de julio de 1936, mucho recordaron las palabras de Dolores Ibárruri en el hemiciclo el 1 de julio: «¡Este será su último discurso!». Una amenaza que la señalaba como posible inductora del atentado.

Pues ni esas fueron las palabras, ni las dijo La Pasionaria ni iban dirigidas a Calvo Sotelo ni, en cualquier caso, se pronunciaron palabras semejantes el 1 de julio. En cambio, periodistas de la época lo refirieron así, como el corresponsal de Associated Press en Madrid, Edward Knoblaugh (quien, a decir verdad, mantenía amistades demasiado íntimas con las buenas gentes de derechas, que diría Umbral); e historiadores como Salvador de Madariaga y tantos otros, perpetuando el bulo. Hoy mismo, la propia Wikipedia no acaba de aclarar bien lo sucedido, al menos no tan ajustadamente como lo hizo Ian Gibson en La noche en que mataron a Calvo Sotelo (1982).

Además de las malas intenciones, la tergiversación proviene de la eliminación de la amenaza en el Diario de Sesiones de Cortes, por orden del presidente Luis Jiménez de Asua, al igual que ayer Ana Pastor ordenó que se borraran las palabras «fascista» y «golpista». Rufián le recordaba al grupo parlamentario de Ciudadanos pero metiéndolo como cuña en una pregunta al ministro Borrell, lo que ya había dicho Joan Tardá a Albert Rivera: que cuando les llamaran «golpistas», ellos les responderían «fascistas». Borrell, despistado, creyó entender que le llamaban a él «racista» y rápidamente le pidió a la Presidenta que se borrara esa palabra del Diario de Sesiones. Esto lo hemos visto ayer en directo, y en los telediarios y en YouTube pero, en aquel entonces, lo que se borraba del Diario, dejaba de existir.

La presidenta del Congreso Ana Pastor durante la sesión del 21 de noviembre de 2018.
La presidenta del Congreso Ana Pastor durante la sesión del 21 de noviembre de 2018.

Volviendo al mismo escenario pero en el 1936, lo que sucedió realmente (salvo la frase en cuestión) puede leerse en la transcripción del 15 de abril (y no el 1 de julio, fecha más próxima al asesinato), que puede descargarse aquí. La situación comienza en la página 33 del archivo, en el turno de palabra de José Díaz Ramos, de la bancada del Frente Popular, el cual había ganado las elecciones en febrero, con resquemor de las derechas. Díaz Ramos le echaba en cara a la oposición, la cual había gobernado los dos años anteriores, la sangrienta represión de la insurrección del movimiento obrero en octubre de 1934, pedía responsabilidades a los partidos y en especial al diputado Gil Robles, líder de la ultraderechista CEDA cuya entrada en el Gobierno encendió la llama de la revuelta antifascista del 34. Al parecer Gil Robles se había ausentado de la Cámara, porque Díaz Ramos dijo «que no está presente, porque larga el muerto y se marcha, como ocurre con todos los cobardes«. Se escuchan grandes protestas en los sectores de la derecha y el Presidente llama al orden, pidiéndole al diputado que escoja expresiones más adecuados «o un modo más soslayado de decir su pensamiento».

Gil Robles en el Congreso de los Diputados.
Gil Robles en el Congreso de los Diputados.

Díaz Ramos, un poco Rufián, la verdad, le replica al Presidente que no piensa que haya que hacer «muchas triquiñuelas» para medir las palabras precisas, que esa era la tradición y costumbre de «una Cámara de cuellos tiesos» [risas] pero que esta «es una cámara de cuellos flojos y de puños fuertes que tiene que decir al pueblo la verdad tal y como la siente». El diputado comunista prosigue su interpelación refiriéndose al octubre asturiano, soltando dardos a Gil Robles y Calvo Sotelo y apuntalando la firmeza del bloque popular, del cuál él forma parte. Prosigue advirtiendo de que le consta la existencia de elementos reaccionarios en los cuarteles, intoxicando a los soldados. Y dice:

Díaz Ramos: «El Sr. Gil Robles decía de una manera patética ante la situación que se puede crear en España era preferible morir en la calle que de no sé qué manera. Yo no sé cómo va a morir el señor Gil Robles».
Un diputado: «En la horca».
[Grandes protestas en el Cámara].
Díaz Ramos: «Sé cómo han muerto el sargento Vázquez, Argüelles y otros compañeros, en defensa de la República y por oden del Gobierno, del que formaba parte el Sr. Gil Robles. No puedo asegurar cómo va a morir el Sr. Gil Robles, pero sí puedo afirmar… [Las últimas palabras producen grandes protestas]».

Lo que se elimina del Diario del Diario de Sesiones estaría en esos puntos suspensivos. Prosigue el Presidente del Congreso:

Presidente: «Señor Díaz Ramos, ruego a S. S. que tenga en cuenta que todo se puede decir atendiendo al Parlamento y a la necesidad de no provocar conflictos en la Cámara. [Nuevas y enérgicas protestas y contraprotestas]. Pido a S. S. que sea prudente en las expresiones».
Calvo Sotelo: «Se acaba de hacer una incitación al asesinato».
Ceballos: «Eso es provocar al asesinato y no se puede tolerar».
Presidente (quien repetidamente llama al orden): «Esas palabras no constarán en el Diario de Sesiones«.

El diputado José Díaz en el uso de la palabra en el Congreso de los Diputados en 1936. Foto / Marina, Diario Ahora.
El diputado José Díaz en el uso de la palabra en el Congreso de los Diputados en 1936. Foto / Marina, Diario Ahora.

A partir de ahí el guirigay es considerable. Calvo Sotelo pide que la presidencia lea el párrafo cuarto del artículo 78. El Secretario da lectura: «nadie podrá ser interrumpido cuando hable sino para ser llamado al orden o a la cuestión por el Presidente», lo cual provoca grandes risas en el hemiciclo. El Presidente recuerda que se van a borrar las palabras del Diario, a lo que algunos diputados gritan que «eso no basta». Entonces, Dolores Ibárruri les contesta: «si os molesta eso, le quitaremos los zapatos y le pondremos las botas», a lo que Gil Robles dice: «os va a costar trabajo, con botas o sin ellas, porque me sé defender».

Los diputados comunistas José Díaz y Dolores Ibarruri a la salida del Congreso de los Diputados en 1936. Foto / Marina, Diario Ahora.
Los diputados comunistas José Díaz y Dolores Ibarruri a la salida del Congreso de los Diputados en 1936. Foto / Marina, Diario Ahora.

Estas dos últimas declaraciones no se entienden porque el borrado del insulto original nos ha dejado sin contexto. Según fuentes de la época (refiere Gibson), lo que le dijo Díaz Ramos a Gil Robles fue «su señoría morirá con los zapatos puestos», o algo muy similar.

Tras la puntilla de La Pasionaria el gallinero termina de revolotearse. De hecho, es Gil Robles quien dice «que conste que no soy asesino como vosotros». Varios periodistas se ponen en pie en la Tribuna de la Prensa y dicen palabras que no se perciben. Varios diputados se cruzan imprecaciones y frases que no es posible entender. El Presidente llama al orden a periodistas y diputados, pero uno de ellos abandona su escaño airadamente. Algunos otros aprovechan para gritar «¡Viva Asturias! ¡Sirval! ¡Sirval!».

(Me encantaría hablaros sobre Sirval, pero no es el momento; otro día). La bronca prosigue entre sus señorías, con las izquierdas alertando del creciente autoritarismo violento de la derechas. La siguiente alocución de Díaz Ramos es tan larga que cuando el Presidente cede la palabra al siguiente diputado, Alonso Ríos, le pide que sea breve, en atención al cansancio de la Cámara.

Gracias a la maquinaria política de la historiografía franquista (o, como diría Alberto Reig, de la «historietografía») ese espacio en blanco de la fuente oficial dio alas a un nuevo bulo que serviría, como muchos otros, para apuntalar la no responsabilidad de las derechas en la sublevación militar que conduciría a la Guerra Civil. El peso era tan grande que todavía en 1981 Ibárruri se lo desmentía a Manuel Vicent en una entrevista en El País. La batalla por la verdad todavía no ha concluido, lo sé porque he escuchado a Pablo Casado esta mañana en Hoy por Hoy, y seguía lanzando granadas desde su trinchera.

Pero aún hoy, en el Diario de Sesiones, las palabras no habían sido retiradas sino marcadas en cursiva. Algo no va a dejar de existir, ni se va a convertir en otra cosa, porque los taquígrafos del Congreso de los Diputados son plurales y numerosos, y si queremos saber qué ha pasado, lo vemos en YouTube.