Después de tantos años trabajando en festivales y en revistas, conozco bien el trabajo de los fotógrafos de conciertos y, mal que me pese esta afirmación porque tengo amigos que lo son, en general lo hacen mal.
Es muy sencillo hacerlo mal y que parezca bien hecho, y probablemente casi imposible hacerlo bien. Y digo que es casi imposible porque sólo muy de vez en cuando se encuentran fotos de lo que yo entiendo por una buena fotografía de concierto.
¿Qué cosas hacen mal?
1. Confunden la fotografía de un concierto con el retrato del artista. Por eso vemos tantos medios planos de señor o señora con un micro junto a la cara y un instrumento en las manos. Que ese va a ser el resultado nos lo tememos siempre que vemos una nube de objetivos pegados a la posición del cantante en el foso.
2. Creen que la foto del concierto es su foto desde el foso. Pero el público que va a un concierto no lo ve desde el foso. La posición privilegiada del fotógrafo en el foso falsea la imagen. Crea la representación de un concierto que no existió para nadie ya que ¿par quién toca el grupo, para el público o para el fotógrafo?
3. Crean una luz falsa. Usar el flash (además de estar prohibido en muchos casos) es una aberración pues elimina toda la información concerniente al espectáculo de luces. A menudo hay un técnico de luces e incluso un diseño pensado y dedicado para ese concierto en concreto. El flash no considera la iluminación como parte del show, pero sí que lo es. Por otro lado, forzar la exposición par que entre más luz de la que vemos en el público, causa un efecto parecido al flash, no tanto como aquello, pero va en la misma línea. A veces vemos fotos de concierto, sin flash, en los que parece que hubiera luz natural en la sala.
4. Se olvidan de los detalles. Los fotógrafos suelen pensar (porque piensan en lo que quedará bien en la página de la revista, la foto que le gustará a su redactor jefe, que no estuvo en el concierto) que lo importe es la expresividad del rostro del cantante. Pero el público nos fijamos en otras cosas, buscamos siempre los detalles: como coge uno la guitarra, las pegatinas que lleva, dónde están los set list, cómo se comunican entre sí los miembros del grupo, cómo se comunican con el técnico, los gestos cuando algo va mal o va bien, la ropa que llevan, el calzado, el movimiento. El ojo del espectador no para de moverse pero nunca busca el plano general, sino ochocientos detalles por todo el escenario.
5. Se olvidan de la sala. Un concierto se distingue de otro de una gira por su emplazamiento y por su público. Así que es importante que veamos dónde se produce el concierto, qué tiene de especial, cómo interactúa el grupo con la sala, o cómo puede estar influyendo su acústica en la música.
6. Se olvidan del público. Decía que cada concierto es diferente, también, por su público. El fotógrafo deja fuera al público, como si no le importara que estuvieran allí, y en cambio son casi igual de importantes que el grupo a la hora de narrar un concierto. Con frecuencia, el fotógrafo de foso se da la vuelta y saca una foto a la primera fila. Saben que pueden conseguir una foto peculiar, con los fans más fans, peculiares, vestidos para la ocasión. Pero es una foto de contraposición, no nos habla mucho del diálogo entre público y grupo.



