A finales del siglo XX, cuando había que saber un poco de HTML para publicar en la web, cuando la neutralidad de la red no estaba en entredicho, yo escribía una página en internet sobre Anaïs Nin que era la única que existía en español.
Llevaba unos años buscando sus diarios y novelas, que todavía no se habían publicado en sus versiones sin censurar, y no era complicado encontrar las ediciones de Plaza y Janés y Bruguera en las tiendas de segunda mano. Anaïs Nin había pasado de moda.
Puedo ver las fechas en los ex libris de cada uno de esos libros, así como anotaciones de dónde los fui encontrando y en qué circunstancias (quién me acompaña, en qué lugar sucedió, cómo me sentía), pues cada hallazgo era un acontecimiento para mí. Las datas van de 1995 a 1999.
En 1996 me compré la correspondencia entre Anaïs y Henry Miller editsada por Siruela. Era la primera vez que leía a Anaïs Nin sin olor a viejo. Me pareció que la habían extraído de su mundo (que eran esas páginas amarillentas, guesas, de tipografías irregulares), que también era el mío, y la hubieran inoculado en el presente, donde ambas nos sentíamos extranjeras. Ese libro fue importante porque completaba la correspondencia de la que hasta ese momento solo conocíamos las cartas de Henry a Anaïs. Al fin ella había dejado de ser el objeto del escritor y su voz emergía. Recuerdo que el libro me costó carísimo e invertí en él toda mi paga.
Simultáneamente a los diarios, fui encontrando sus novelas editadas por Grijalbo (En una campana de cristal, Invierno de artificio, La seducción del minotauro, Escaleras hacia el fuego, Una espía en la casa del amor), que me resultaban farragosas, aburridas, difíciles de leer. No tenía paciencia, prefería mil veces los diarios.
En unos viajes a Londres en 1998, me compré allí, nuevos, Little Birds (cuya marca de lectura hoy me indica que no pasé de la página 13) y la muy cuestionada biografía de Noël Riley Fitch The Erotic life of Anaïs Nin. En ese mismo año, apareció en la sección en lengua inglesa de La Casa del Libro, Conversations with Anaïs Nin: transcripciones de entrevistas en estilo directo, todo un tesoro en bruto que me compré.
Entonces, Siruela comenzó a llenar los huecos en blanco y empezó a editar los diarios sin expurgar. Todo lo que habíamos leído hasta ese momento era la versión que la escritora accedió a publicar extrayendo de su inabarcable continuo autobiográfico todo aquello que pensó que pudiera herir a sus maridos. Tras las cartas, en 1995 Siruela publicó Incesto y, en 1996, Fuego. Ahí estaba todo. Yo vivía en esos huecos. Yo quería para mí la libertad de alma que mostraba Anaïs, pero me sentía en una cárcel.
Yo quería fugarme con ella.
Con todas estas lecturas en mi habitación, comencé a escribir aquella página web. Un día me llegó un email procedente de un hombre cuyo nombre se repetía una y otra vez en todos esos libros: Gunther Stuhlmann, agente y editor de Anaïs Nin. Gunther me felicitó por la página, me agradeció lo que estaba haciendo, el cariño que le ponía y mi interés por Anaïs. Me contó que editaba una revista sobre ella, llamada ANAIS, y que si yo lo deseaba, podía mandarme un número por correo desde Estados Unidos. En ese momento, internet me pareció lo más grande del mundo, una magia que hacía que alguien que había conocido a mi escritora favorita, me contactara. Se lo agradecí mucho, le di mi dirección (de casa de mis padres) y muy poco tiempo después llegó un paquete.
Además del volumen 15 de la revista (con artículos sobre su correspondencia con Miller, la influencia de DH Lawrence sobre ella o un interesante artículo del propio Gunther sobre la artista queer surrealista Claude Cahun / Lucy Schwob (sobrina del decadentista Marcel Schwob); es decir, no solo se hablaba de Anaïs sino también sobre su universo expandido, sus referencias y sus influencias ) había más cosas en el paquete enviado desde Becket, Massachusetts. Stuhlmann me enviaba algunas ediciones de los diarios en español que no eran las ediciones de bolsillo que hasta ahora había encontrado, sino unas mejores de Plaza y Janés descatalogadas: el Diario de infancia y el Diario de adolescencia, que él consideraba que estaban infravalorados o a los que al menos no se les había prestado la suficiente atención, por ser anterior a la aparición de Miller.
Me desbordó la generosidad y la atención del editor, que me recordaba a la propia Anaïs y sus envíos postales de libros, cartas y lo que fuera necesario.
Gunther compartía el trabajo con su esposa Barbara, a la que alude este «our» en la breve nota mecanografiada que adjuntó al envío. Ambos han fallecido ya. Él en 2002 a causa de una leucemia y ella en 2012. Su legado lo custodia esta fundación de Massachusetts.
En uno de los libros que me envío, el diario adolescente que va de enero de 1919 a junio de 1920, se habla mucho de «Joaquinito» y Thorvald, los hermanos de Anaïs con los que se traslado a Nueva York junto a su madre, mientras su padre Joaquín Nin se quedaba en Barcelona, tras abandonar a la familia para liarse con una mujer más joven y rica.
En uno de los libros que tengo, una edición de la Editorial RM más lujosa que las de bolsillo, del Diario III (1939-44), comprado no sé dónde el 17 de febrero de 1998, guardo un recorte de una revista. Son varias páginas de El País Semanal donde Arcadi Espada entrevista a Joaquín Nin-Culmell («Joaquinito»). No apunté la fecha pero supongo que ronda ese mismo año. El hermano pequeño de Anaïs, compositor como el padre, falleció en 2004. En la entrevista, Joaquín habla muy amargamente de su hermana.
La publicación de Incesto en español estaba reciente, «unos meses», escribe Espada, así que le pregunta a Joaquín por la relación incestuosa entre Anaïs y el padre de ambos. El músico dice que «no hay pruebas». Arcadi le contesta qe existe el testimonio de uno de los dos protagonistas. Joaquín contesta que «Anaïs era una mitómana» y que «puede ser perfectamente que lo que describe no sucediera nunca».
Visiblemente resentido, Nin-Culmell dice que la publicación de Incesto le va a «impedir» escribir el libro que él quería hacer sobre Anaïs, a quien dice que quiso «demasiado».
«Anaïs tenía, tal vez, el derecho de hablar sobre sus relaciones. Tal vez. Pero lo que es seguro es que no tenía ningún derecho a hablar de las relaciones entre mi padre y mi madre, entre nuestros padres. El retrato que hace mi padre de mi madre, a través de Anaïs, es intolerable. Y si yo escribiera ahora sobre Anaïs, sobre nuestra vida en común, tendría que hablar de eso y parecería una venganza. Y lo sería seguramente, porque yo no podría eludir la crítica de esas página injustificables, ni podría soportar que el único retrato que hubiera de mi madre fuese precisamente el que hizo alguien que la abandonó», explica Joaquín.
Posteriormente, revela que ha entregado a «la Universidad de San Francisco» tres mil cartas de Anaïs Nin: «creo que tengo un pedazo de Anaïs, un pedazo desmitificado, humano, que es el que falta sobre ella», dice. «Pero ya digo, no creo que nunca lo escriba. En cualquier caso, en esas cartas está el trozo para el que quiera identificarlo».
Es cierto, Joaquín Nin-Cumell muere sin escribir ese libro. Lo más que hizo fue redactar un prefacio en 1978 de tres páginas para Linotte, el diario de infancia que me había mandado Gunther. En él, se refiere a su «hermana extraordinaria» con un cariño por aquella niña que resuma un poco desilusión por la mujer en la que se convirtió, sin decirlo literalmente.
Tras investigar un poco, quiero entender que la depositoria del legado de Nin-Culmell no es esa «Universidad de San Francisco» sino la Universidad de California, en Berkeley, que guarda tres colecciones de la familia (ARCHIVES NIN-CULMELL 1 (su colección musical), MS 076 (la documentación familiar, relativa tanto a Nin-Cumell como a su padre, Nin y Castellanos entre 1863 y 2006) y la colección 2066, documentación legada por Anïs Nin), así como la de Henry Miller (LSC.0110).
En la colección MS 076 hay decenas de cajas. Una gran parte de esta colección es la biográfica, siendo la subserie 1.5 la dedicada a la correspondencia, donde hay varios centenares de carpetas. Entre ellas, no están la cartas de su hermana que él menciona en la entrevista, tan solo una fotocopia del prefacio de Linotte y unas misivas intercambiadas con una monja (Joaquín era un ferviente católico, dice que gracias a su hermana) al respecto de Anaïs y su marido Rupert Pole.
En cambio, en el legado de Anaïs sí cartas escritas por Joaquín Nin-Culmell, dirigidas a ella, durante los años 50 y 60.
¿Dónde están esas tres mil cartas de Anaïs a Joaquinito?
Del journal de Gunther, ANAIS, surgió un libro esencial (que no tengo), A book of mirrors, que también marca el inicio de la actividad de Sky Blue Press, la editorial que Paul Herron crea en 1996 para publicar por fin en buenas condiciones y sin expurgar la obra de Nin. Herron continuará la labor académica que había iniciado Gunther con un nuevo journal: A Café in Space. Y publicará los diarios sin expurgar de años posteriores: Mirages (1939-47) y Trapeze (1947-55), que todavía no hemos visto en España.
Una de las últimas aportaciones de Sky Press, en marzo de 2020, son las cartas entre Anaïs y su padre Joaquín, que se creían destruidas. En 2006, se halló una carpeta escondida en la casa de Anaïs en Los Ángeles. Con este volumen se complementa y contrasta Incesto, aportando la visión del padre. Otra es la de las cartas de Anaïs a Lawrence Durrell.
Lo de las cartas de Anaïs a su hermano sigue siendo un misterio para mí.
Desconocía que Paul Herron está realizando un podcast sobre Anaïs Nin, se puede escuchar aquí.
El último episodio, el 38, Paul nos habla de quién es él (y quién no es), y con mucho cariño de su relación con Gunther Stuhlmann y las obras de Anaïs. En él cuenta cómo Gunther hizo con él lo mismo que conmigo, generosamente le envió copias de las publicaciones de Anaïs. Paul heredó, o se sintió contagiado, por la misión de hacer llegar a las lectoras y lectores la obra de Nin.
Este es: