No le enviaré cenizas de rosas

Nunca voy a olvidar el día que Aldo me presentó a Gustavo Cerati. No me refiero a sus canciones, eso ocurrió años antes, sino a la aparición increíble, sumamente chistosa, de un chaval en bermudas de colorines, gafas de sol, pelo rizado revuelto, muy revuelto (¿se peinó hoy?, ¿y ayer?) avanzando hacia mí por el túnel de entrada al Macba, durante el Sónar. «¡Mira a quién me he encontrado!» me dijo Aldo, partiéndose de risa. «Te presento a Gustavo», me dice. Y Gustavo que también se ríe. Y yo que paso del pasmo a la risa y al final creo que lo que le digo es «¿pero tú qué haces aquí?».

Absolutamente nadie le reconoce, hablamos de eso, no sólo porque aquello es el club de los más guays de la electrónica y él es, supuestamente, un rockero, sino porque ni siquiera los rockeros españoles sabían quiénes eran y lo grandes que eran Soda Stereo. «Supuestamente» rockero, le encantaba, me dijo, la electrónica, y empezó a decir nombres. Cómo no iba a venir al Sónar.

Después, siempre que vino a tocar a Madrid fui a verle. Ahí estábamos un reducto de tres o cuatro madrileños aplastados por las masas de argentinos expatriados volcándose en sus conciertos en solitario como quien se agarra a las cenizas de un ser querido. Y a mí, que Cerati me parecía más que Soda. Y las copias del CD de «Sueño Stereo» que editó BMG en España tiradas en los montones de la morralla de a 100 pesetas. Tantas había, tan pocas se vendieron, que esa fea portada blanca se convirtió en un clásico de La Metralleta, y mira que hay que ser disco de oro de las no-ventas para ser un clásico de La Metralleta.

De la latinoamérica que amo forma parte, de fondo, mar de fondo, las canciones de Gustavo Cerati y Soda Stereo. He pensado mucho en él desde que entró en coma y me ha sorprendido tanto, o quizá no tanto, haber estado haciéndolo hace unas horas, antes de saber que hoy había muerto… haber cantado De música ligera, haberme dicho a mí misma que habría que irse preparando por si un día no despierta. En el fondo, mar de fondo, soñaba con que abandonaba el sueño profundo y escribía canciones estremecedoras sobre lo que había visto en él.

Sobre «Gracias totales», leed en Etiqueta Negra a Diego Fonseca.