Tanatofobia al ídolo musical

Tras la muerte de Rodolfo Valentino, una oleada de suicidios recorrió el mundo y alimentó los tabloides. Morían los fans, autoenvenenados, sujetando fotos del actor en su último gesto consciente. Así hizo Peggy Scott, quien tras alardear falsamente de haber intimado con el afamado galán, acabó sus días dejando una nota que decía: “perdí el coraje con la muerte de Valentino”.

Eso sucedía en 1926. Pero un siglo no nos ha cambiado tanto. Las depresiones por las recientes muertes de varios cantantes de k-pop -Kim Dong Yoon, Kim Jong-hyun o Seo Min-woo- hacen temer lo peor en Corea del Sur, el país miembro de la OCDE con la tasa mayor de suicidios. El propio Kim Jonghyun, líder de la banda SHINee, se suicidó en diciembre de 2017 debido a la infelicidad que le producía la fama.

Algunos fans se sienten tan conectados con ciertos artistas que los consideran familia, amantes, ídolos, hijos, amigos, dioses. Si ellos mueren, algo se apaga también en el fan. Michael Jackson, David Bowie, Prince o Lou Reed parecían inmortales; en cambio, murieron, y el planeta entero entró en duelo. Pero, como explica el periodista musical Rafa Cervera: “Las vidas de nuestros ídolos no nos pertenecen, y sus muertes tampoco”.

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