Tres cosas que he aprendido de los festivales alemanes

Hace algo menos de un mes escribía sobre la nostalgia por el FIB que creamos que ya no existe, o que existe menos. Ayer Maraworld y Heineken comunicaron la no renovación del patrocinio. Sinceramente, yo no sé cómo Vince Power va a poder seguir haciendo el FIB de los últimos años sin los millones de Heineken. Quizás incluso le vengan bien las 73.000 personas menos de este año respecto al año anterior para intentar hacer un festival más barato, más pequeño. Siempre se puede volver al Velódromo, digo yo.

Este fin de semana he estado en Coruña, como ya os he contado, cubriendo para Público Africa Express, un invento de Damon Albarn que se encajó dentro de a Festa Dos Mundos, en Oleiros. Esta actividad formaba parte de Xacobeo 10, por lo que tuve ocasión de reencontrarme con Nacho Santos, gerente de Xacobeo y antiguo compañero en la oficina del FIB. Allí, en la playa de Santa Cristina, hablamos con nostalgia de ese FIB que ya no existe.

Yo este año he cambiado un festival en Benicàssim por dos en Alemania. Lo he pasado en grande. Ya mencioné que había estado en Leipzig para el festival gótico más importante que existe, el Wave-Gotik-Treffen. La alusión quedó ilustrada con una foto en el museo de la Stasi. Pero no hablé nada del festival y me limité a apuntaros los enlaces a las crónicas de Alberto para La Defunción. Ahora, con el tiempo como distancia y la experiencia de un segundo festival alemán, aprecio mucho más todo lo que viví allí.

Las apariencias importan. Si hay un sitio para el que te puedes vestir sin llegar a exagerar jamás, ese es el Treffen. Da igual lo que te pongas (como si no te pones nada, una opción por la que algunos también apostaron) que es imposible estar fuera de lugar. En Madrid, no aprendes a vestirte con imaginación porque no hay motivos para hacerlo. Y cada vez los hay menos. Todo es aburrido. La gente se afea. Se acabó la diversión y la fantasía. Pero en el Treffen ves de todo. Ves góticos de manual, ves after-punks con crestas y mugre, ves impresionantes vestidos victorianos que te quitan el aliento, ves steampunks, ves uniformes militares, ves chicas sencillas vestidas de negro, y a todos los ellos los encuentras juntos en una pradera haciendo un picnic.

Picnic Victoriano

La música necesita un entorno apropiado. Ya basta de salas donde lo mismo da que suene salsa, pop español o flamenco. La música que te gusta necesita un sitio que te guste. Los localizaciones del Treffen, salpicadas en toda la ciudad de Leipzig, se adecuaban a cada tipo de música. Los conciertos de darkfolk tenían lugar en una preciosa y lujosa sala circular, con un exótico pasillo dibujando el perímetro de la circunferencia. El techno-pop lo vimos en un lugar más grande, una especie de circo. El Agra era el más feo, pero era grande. Un recinto ferial era también el lugar elegido para el Amphi Festival, en Colonia. Pero éste era más bonito que el de Leipzig. Al ser al aire libre, instalan unas sombrillas enormes frente al escenario, las cuales nos protegieron tanto del sol como de la lluvia.

sol invictus 3

Grupos arriesgados y festivales sí son compatibles. Aquello de que no ya no va a un festival a descubrir música sino a emborracharse no tiene porqué ser cierto. En realidad, la complejidad del cartel depende de las ganas de ganar dinero del promotor. No es el público el que teme arriesgarse, es el programador.

spock 2