Un botín entre los restos de un naufragio

Hoy ha aparecido en Público el primer reportaje que escribo para este periódico, espero que no sea el último. Mientras los grandes estudios de grabación embarrancan por motivos que conviene explicar en otro artículo, aparecen pescadores que aman su oficio, nostálgicos de eras más analógicas, que ven como entre sus redes aparecen tesoros.

Esta es la historia de un ingeniero de sonido que le da al play a unas cintas de bobina que estaban destinadas a la basura. En ellas aparecen canciones de Décima Víctima y Derribos Arias entre otros grupos. Pero no son grabaciones cualquiera,  son directos, tomas alternativas y rarezas que los amantes de la música de los 80, y también los mismos grupos, agradecerían el rescate.

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Un cinta perdida y hallada en el templo

LAS CINTAS PERDIDAS DE LA MOVIDA
El desmantelamiento de los estudios de grabación saca a la luz grabaciones perdidas de grupos de los ochenta
Elena Cabrera

Hubo un tiempo en el que grabar un disco costaba muchos millones de pesetas. Ese dinero iba a parar al estudio de grabación, al productor, al ingeniero, al técnico, al ayudante, las comidas, las cenas, los imprevistos. El grupo llegaba al estudio atemorizado por la discográfica, con el disco sabido de memoria e impresionado por una mesa de tres metros de largo, forrada de botones inexplicables. El músico primerizo se encierra en la pecera y toca la guitarra. De lo demás se desentiende.
Este cuento de hadas ya no existe. Es más, esos grandes estudios tampoco funcionan ya, han desaparecido junto con otros muchos daños colaterales de la crisis de la industria discográfica. El cambio de modelo de negocio prescinde de los estudios, sus profesionales y sus equipos, que son saldados, descuartizados, desmontados por piezas, regalados. Los dueños abandonan los locales y, en ese proceso, puede aparecer cualquier cosa.
En uno de esos cierres, 350 cintas cubiertas de polvo, mohosas y sin etiquetar podrían haberse tirado a la basura si alguien no se hubiera preocupado de darle al play. El ingeniero de sonido Ángel Álvarez, conocido como Ángel Algarz, compró un magnetófono de un estudio que saldaba sus restos y, con el aparato llegaron todas esas cintas para que grabara encima. Esas cintas de bobina escondían un tesoro: grabaciones perdidas y sin clasificar de grupos de los 80, sobre todo de la Movida Madrileña. Inéditos, directos o tomas alternativas de canciones muy famosas, como Branquias bajo el agua, podrían haberse perdido para siempre.
En la época dorada de los estudios, Ángel se dedicaba a montarlos. Ahora se dedica a desmontarlos. El pasado verano le encargaron la desmantelación de los legendarios estudios Track, uno de los últimos grandes. Una enorme mesa de 48 canales y dos toneladas de peso presidía la estancia principal. Cuando la instalaron, tuvieron que derribar una pared para luego volverla a levantar. Para los dueños, destrozar el inmueble no era la mejor opción antes de abandonar el local, por lo que Algarz fue llamado para desmontar la mesa por piezas y recuperar el costoso cableado.
Algunos de los estudios madrileños que han cerrado en los últimos años, como Kirios, Track, Box o Eurosonic, han servido para montar otros más pequeños y privados. Eugenio Muñoz abandonó su trabajo en Track para emprender la aventura de fundar su propio estudio, Box, que acabó cerrando hace cinco años cuando «la industria fue a peor» y el poco trabajo que había era insuficiente para mantenerle, explica a Público; ahora se dedica a los directos, con Rosendo, donde sigue habiendo negocio.
La casa de Ángel está llena de viejos aparatos. Al abrir un armario, donde en otras casas se guardan abrigos y mantas, él tiene cajas de metal y cables. Donde debería haber un segundo cuarto de baño, él guarda amplificadores y sintetizadores. Si además de un amante de la tecnología no lo fuera también de la música, las cintas que llegaron a sus manos no habrían sido identificadas. «Algunas estaban etiquetadas y otras no y resulta que ahí hay demos de prácticamente todo el mundo», dice. Con «todo el mundo» se refiere a lo más granado de la Movida y la nueva ola ochentera. «Hay grabaciones en directo, de muchas procedencias, tampoco quiero decir los nombres de absolutamente todo pero hay material de Décima Víctima y de Derribos Arias».
El hallazgo de las cintas de Ángel vendría a ser como la maleta mexicana de negativos del fotógrafo Robert Capa, recientemente encontrada y que permite acceder a los films originales, la secuencia de descartes de la foto del miliciano e incluso fotos inéditas nunca publicadas. «La cinta de Derribos Arias suena bastante chungo pero aún así yo lo editaría», explica mientras le da al play y comienza a sonar la voz de Poch en una versión nunca oída de Branquias bajo el agua. Es emocionante escuchar esa voz delirante cantando la letra con una melodía diferente a la que conocemos. Por encima de la música se escucha un zumbido que el técnico aclara que se puede eliminar. En otras ocasione la cinta gime y parece que se fuera a romper. «Yo no tengo prisa por deshacerme de estas cintas, pero sí por digitalizarlas, porque algunas están en muy mal estado, ese tintineo que se escucha es debido a que las cintas estaban llenas de humedad. Esta de Derribos Arias es una grabación doméstica hecha sobre una vieja cinta de la época, comprada en los años 60. Esto se grabó en los 80, así que ha sido reciclada un millón de veces».
Entre el material rescatado se encuentra un tema titulado Derribos Arias, cuya versión original duraba diez minutos, pero que en la grabación encontrada se alarga hasta los 25, un descarte de la discográfica que en un disco de vinilo no hubiera podido editarse pero que hoy es una joya para los coleccionistas y fans del grupo.
Alejo Alberdi, miembro de Derribos Arias, no ha tenido oportunidad de escuchar esa grabación pero piensa que «la original pudo sacarse de un corta y pega de esta» aunque si ya le «cuesta escuchar la del disco» no sabe si podría «con esa suite de 25 minutos».
El sello Munster se ha ganado el cielo para muchos aficionados gracias a sus intachables reediciones de discos inencontrables. Íñigo Munster, su director, planea editar algo de este tesoro, pero «está todo en fase embrionaria», aclara. Íñigo está en conversaciones con Alberdi para estudiar una edición en vinilo de materiales encontrados. «No creo en el CD, me parece un formato obsoleto» afirma el músico, «pondríamos las canciones en internet en mp3 para el dominio público, con un PayPal para que la gente deje la voluntad, pero no tienen ningún sentido intentar proteger eso». Alejo y su compañero de grupo Juan Verdera están reuniendo todo el material inédito de Derribos que pueden encontrar, ese futuro disco «desmentirá totalmente la fama de grupo desastre que teníamos, porque hay cosas muy potentes y muy bien tocadas».
Íñigo valora la aparición de estas cintas como «muy interesante» ya que, en el caso de Derribos Arias, es un material «muy primario» que serviría para «dar perspectiva». «El problema con España -explica el jefe de Munster- es que no hacemos como en otros países, cuando ellos hacen una edición definitiva se preocupan de meterle inéditos, tomas alternativas y rarezas que enriquecen mucho el disco».
Ángel muestra la caja de una cinta con un post-it pegado que dice «Hombres G, 4 pistas, Rockola». Se trata de un directo grabado en esa sala a principios de los 80. Debajo hay otra, corresponde a un máster perdido del primer disco de un grupo de folk cuya discográfica tuvo que pasar un vinilo a CD para poder reeditarlo, mermando notablemente el sonido. Si esa cinta no hubiera sido recuperada cuarenta años después, la calidad original de ese disco se habría perdido para siempre. Debido a la diversidad de procedencias, el técnico piensa que estas cintas pudieran haber pertenecido en el pasado a «un coleccionista privado». Otros grupos identificados hasta ahora son Esclarecidos, Kaka de Luxe, o los Zombies, el grupo de Bernardo Bonezzi, con un directo de 1979.
Décima Víctima editó sólo dos discos y algunos maxis pero fueron el mejor representante español de la ola fría que invadió Inglaterra tras el punk. Hacían una música elegante de letras inquietantes. Sus discos, en cambio, sonaban muy mal a pesar de contar con la producción de Paco Trinidad, productor onmisciente de la música española en los años 80. El sello Munster editará el año que viene una caja recuperando toda la discografía de Décima Víctima en tres discos de vinilo. Para el tercero de ellos se planea la inclusión de algún inédito recobrado.
Carlos Entrena, cantante de Décima Víctima, ha intentado escuchar esa cinta entera pero no lo ha conseguido porque no le gusta oírse con la voz sin efectos, «mi voz suena a parroquia y no disfruto escuchando cosas así». Rastreando el origen de esa grabación, él cree que se trata de una demo grabada en el garaje de unos familiares de Paco Trinidad, con el grupo tocando todos a la vez. Esta demo se realizó, según explica Trinidad, para «mostrar a la discográfica que allí había un disco», y ese disco era el segundo de la banda, Un hombre solo, de 1983. «Me compré un cuatro pistas Tascam -recuerda el productor- que era como un mueble bar y con eso nos fuimos al garaje de un chalet y ahí, con tres micros, grabamos esas cintas de trabajo que servían para ver cómo se puede avanzar. Pero no tienen la calidad de las grabaciones, no estaban hechas para enseñar».
Las canciones encontradas tienen letras diferentes a las que conocemos, «letras eventuales», las define Entrena, escritas por el guitarrista de la banda, Lars Mertanen, en lugar de por él mismo, que era el poeta del grupo. «He escuchado la canción Un hombre solo y está bien y tiene fuerza porque suena en vivo pero son cintas privadas, muy personales, que todavía no sé si serán un valor añadido para la caja que va a editar Munster».
Hace dos años se publicaron las cintas de trabajo que el fallecido productor de Joy Division, Martin Hannett, guardaba en su casa con tomas falsas, ensayos en el estudio, intentos de la batería ajustándose al metrónomo, varias versiones de la misma canción, momentos en bruto del mismísimo instante de la creación de un sonido que luego pasó a la historia. Ese material apareció oficialmente en un doble disco de vinilo de 180 gramos, limitado y numerado a 1.000 copias. Eso es lo que el coleccionista desea y por lo que está dispuesto a pagar.
«Ahora parece que todo se hace en plan making of, para enseñar», es la pornografía de una era que lo necesita todo al instante, dominada por la inmediatez, «aunque en aquel momento no fueran más que herramientas de trabajo», señala Paco Trinidad.