Se ha terminado el acuerdo que hicimos entre la narración, eldiario.es y yo para mantener abierta todos los días una ventana con vistas a mi casa. El sábado por la noche corrí la cortina y recuperamos el secreto de nuestra intimidad cotidiana. Lo interesante de mi ventaba no era solo que pudierais vernos desde fuera sino que nosotros también os veíamos desde dentro.
Nunca fue una venta del todo transparente, como os podéis imaginar. El lugar en el que se publicaban las 82 crónicas del Diario del coronavirus me hacía mantener una tensión constante con la autocensura, en cada párrafo me preguntaba si debía encender o no la luz. A veces escribí cosas que borré y, otras veces, no escribí cosas de las que me arrepiento.
Me gustaba mucho escribir cada día de manera libre y sin las ataduras del periodismo. Pero algunas entradas las sufrí, bloqueada frente a la pantalla, avanzando sobre cada frase como si pretendiera cruzar el desierto. Lo echo de menos pero también me siento liberada, pues durante tres meses he dedicado al menos dos horas cada tarde. Si a ese tiempo le sumas el resto de obligaciones laborales: mi trabajo en Gen X Games y los otros artículos para eldiario.es, además de los cuidados, acabé agotada.
Me gustaría convertirlo en un libro. ¿Sería publicable? ¿Alguna sugerencia de editorial? Si no lo quiere nadie, haría como mis vecinos: lo imprimiría yo misma y haría un ejemplar para Eleonor quien, a fin de cuentas, es la verdadera protagonista. Yo solo soy su Jonathan Harker.