Antonio Onetti: «Era necesario un equipo diferente con credibilidad para retomar las relaciones con el Ministerio de Cultura»

La historia de la SGAE en la ficción, en manos de un guionista como Antonio Onetti, no habría sido tan impredecidible, enrevesada y compleja como lo ha sido en la vida real. El dramaturgo sevillano asume la presidencia de la principal sociedad de autores española, siendo el 44 de su linaje, arremangándose la camisa y pidiendo perdón por los errores cometidos.

La cultura es uno de los sectores descalabrados por el golpe seco del estado de alarma y la desescalada plantea una recuperación a largo plazo. La entidad que preside desde el pasado 30 de abril tiene la potestad de recaudar y repartir pero la avaricia, el poder y la revancha de los que la han manejado, la han corroído en sus entrañas. Onetti formó parte de la moción de censura a la presidenta Pilar Jurado y, a diferencia de lo que hicieron anteriores presidentes que tocaron poder de igual manera, él anuncia elecciones en otoño. Son un requisito indispensable para reingresar en la Cisac, la confederación internacional de sociedades que ha expulsado temporalmente a la SGAE. Mientras tanto, además de reestablecer las maltrechas relaciones tanto con esa organización como con el Ministerio de Cultura, Antonio Onetti debe hacer funcionar un plan de ahorro de cinco millones y medio de euros, que comienza bajándose un tercio del sueldo, para parar la caída en picado hacia el precipicio, no solo por el impacto del coronavirus, sino por el paulatino descenso en la recaudación y la mala gestión anterior. SGAE prometió a principios de abril añadir 7 millones de euros extra a los 8 destinados en ayudas a los autores afectados. Onetti pide “disculpas” porque ese dinero “no se corresponde a la situación real”, en la que solo pueden destinarse 2 millones de euros a la situación de emergencia.

Su espada serán los nuevos estatutos, aprobados en enero pero todavía no vigentes, a falta del visto bueno del Ministerio. Con ellos en la mano, el presidente de la SGAE dejará de ser lo que siempre hemos entendido por ser presidente de la SGAE: prácticamente el dueño, el terrateniente de la riqueza generada por los socios. A partir de ahora, la potestad ejecutiva pasará al director general, cargo que ocupa desde el mes de febrero el colombiano Adrián Restrepo, y la presidencia se limitará a la representación institucional y legal.

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