Diario del coronavirus (78): Rarísima normalidad

Este martes 16 de junio, Eleonor cumple 9 años. Le he dicho “bueno, este cumpleaños lo recordarás para siempre, ¿no?” y ella se ha encogido de hombros, en plan, “pues como todos”. Yo sigo a lo mío: “el cumpleaños del año del coronavirus, ¡vaya año raro, eh!”. Y ella: “sí, sí, rarísimo”. Lo dice para que deje de darle la brasa y volvamos a hablar de lo que realmente le interesa: qué vamos a hacer de merendar, a qué hora van a venir los invitados, qué le van a regalar. También quiere saber cómo fue el parto, qué estábamos haciendo unas horas antes de que ella naciera y qué dijo la familia cuando la vio por primera vez. El coronavirus, la cuarentena y el confinamiento le parecen mucho menos sorprendentes, tan asimilados en su vida, que el que yo pasara dos horas dando vueltas alrededor del hospital para dilatar, agarrándome a las farolas durante las contracciones.

Ha tenido que recortar la lista de invitados para no juntarnos muchos en casa. Ella, que es más de macrofiestas que de petit comité, ha sufrido un poco. En Madrid, estamos en fase 2, por lo que podríamos juntarnos hasta quince personas en casa, pero teniendo en cuenta que vivimos en un piso de 70 metros cuadrados y que los niños de 9 años parecen demonios de Tasmania de lo inquietos que son, pensamos que sería mejor aplicar las restricciones de la fase uno y juntarnos solo diez. Veremos si conseguimos que no se quiten las mascarillas. Eleonor ya ha dicho “pues a ver cómo vas a conseguir eso con la merienda”. Pues es verdad. A ver cómo consigo que no las dejen todas amontonadas, como un montón de abrigos al llegar a casa, y cómo hago para que no se confundan y al quitársela uno se ponga luego la del amigo. Por cierto, Eleonor ha pasado todo un día haciendo cupcakes para los invitados y para las vecinas, y se ha asegurado de que hacía muchos para pasar “mucho rato comiendo y poco con la mascarilla”.

El caso es que habrá que celebrar el cumpleaños varias veces, primero con los amigos, luego con una rama de la familia y después con la otra, ya que es imposible juntarnos todos. Esto a Eleonor, por supuesto, no le parece ningún problema si hay tres veces tarta. Lo que ella todavía no sabe (y espero que no lea este diario a escondidas) es que no está claro que el cumpleaños de la familia multitudinaria se vaya a celebrar, pues hay tantos en lista de espera que se han quedado sin fiesta, que no sabemos si irlos agendando poco a poco o alquilar una nave o un terrenito a las afueras y pasarnos allí varios días.

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